APUNTES DESDE LA OTRA VEREDA: Un año más

por Hernán Deluca

14 de septiembre de 2011 - 00:00

 

 

No es sencillo. Digo, atravesar los tanques hollywoodenses y las montañas de pochochos para ver la película independiente, nacional o europea de la semana. No duran mucho. En promedio, de un jueves a otro. Si te dormiste, fuiste.

Cada vez se hace más difícil encontrar un título que no sea 3D o continuación de una continuación. A tal punto el asunto se ha agravado que el INCAA ha determinado cobrar un arancel a las películas extranjeras que vienen en patota. Aquellos films que superen las 40 copias deberán pagar el costo equivalente a 300 entradas. Cuando la exhibición llegue a 80 salas, el monto será de 1.200 entradas. Si la exhibición alcanza a las 120 pantallas aumentará a 2.400 entradas. Más de 160 pantallas el equivalente será de un valor de 6.000 entradas. Mientras que si la exhibición supera las 161 copias, el total será de 12.000 entradas de cine por el total de las pantallas utilizadas. Cine para todos.

La idea no es sólo frenar al exagerado avance de los Kun Fu Pandas y los Piratas del Caribe. También, con esta medida, se le dará más espacio al cine local. Ahora, ¿qué pasará con el cine independiente norteamericano, el asiático o europeo, tres cinematografías que no paran de crecer? Ahí, la medida deberá considerar a estos títulos ya que los aventureros distribuidores que se arriesgan a traer estas historias se verán más que perjudicados.

Ni hablar de los espectadores, quienes nos perderíamos, por ejemplo, de pequeñas joyas como “Un año más”, la nueva película del inglés Mike Leigh.

Desde sus primeros trabajos para la BBC hasta “Secretos y mentiras” (1995), para citar su trabajo más reconocido, Leigh ha retratado como nadie los dramas de la clase media británica. Cronista implacable, siempre preocupado por el paso del tiempo en la vida de sus personajes, tema que vuelve a surgir de manera más “sombría” en “Un año más”. Parece que luego de la positiva y colorida “La felicidad trae suerte” (2008) Leigh tuvo la necesidad de apuntar la cámara hacia un nuevo y ácido film coral. 

Tom (¡qué actorazo es Jim Broadbent!) y Gerri es un matrimonio muy normal. A pasitos de la tercera edad, pasan sus días trabajando, compartiendo un sencillo hobbie (trabajar en una huerta) y recibiendo a sus amigos en su casa. Se quieren, se entienden, se acompañan. Uno de esos amigos es Ken, alguien que alguna vez tuvo cierto encanto y hoy no para de beber y fumar, como buscando un infarto que lo rescate de esta vida cruel. El otro personaje es Mary, compañera de trabajo de Gerri. También, bebe y mucho. Se arrepiente de no haber tenido un hijo y de enamorarse, siempre, del hombre equivocado. Pareciera que Ken y Mary son el uno para el otro, pero aquí no habrá unión, a Leigh no le interesa cerrar todo para que el espectador se quede tranquilo. Las heridas quedan abiertas.

Un dato particular en su cine tiene que ver con su método de trabajo. Se sabe que Leigh no trabaja con un guión de hierro. Cuando comienza la filmación, una o dos subtramas no tienen definido el final. El mismo va apareciendo a medida que pasan las jornadas de rodaje, por lo tanto, las sorpresas de los actores/personajes son verdaderas.

Si el breve relato que acabo de hacer sobre “Un año más” les parece sencillo o banal, están en lo cierto. La película lo es, sus personajes principales lo son. Y ahí está el encanto, de un cine que mete la cámara en tu hogar, en tu corazón.

La película ya no está en cartel por esta zona, pero, ya lo saben, la planilla Excel del amigo distribuidor o Cuevana, proveerán.

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