Soy mano: Declive

Por Víctor Koprivsek

27 de agosto de 2011 - 00:00

 

Anoche tuve un sueño. Era la hora del silencio y la oscuridad, la hora de los pensamientos abultados cayendo unos sobre otros, de los párpados pesados arrastrándome hacia los confines de la jornada, mientras el día cruzaba como una rápida película en fuga ante mis ojos.

Entonces soñé una nueva oportunidad, un camino, algo de lo que tuve y perdí.

Tan sólo anoche creí verte, saberte cerca, sentir tu piel.

Crujir de rieles al galope del tren porfiado, retumbe de pasos y choque de armas, cansancio de caer vencido ante vos.

Hoy el día nuevo me devuelve un horizonte de poesía en la esquina con sol. Mediodía vertical hecho de frutas y mandados, abuelos sin tiempo recorriendo las estaciones, banderas plateadas agitándose en el pecho.

Creí tenerte en un sueño de atardeceres naranjas. Y me ovillé en el silencio para no despertar.

El barrio reconoce mi regreso ensimismado, no hay tristeza esta vez.

Un rumor de bombos alimenta la esperanza, la esquina late, el tiempo es propicio.

Hay estandartes de lucha y agitar de risas. Rostros restaurados, frentes en alto, dignidades en pie.

Soñé contigo amor, amor de ayer. Amor de tocar mi corazón de pájaro, de vulnerable afán, de espina blanda.

Mañana se acerca con luna y frío, se acerca con trabajo y confrontando.

Se estira la noche, el cuerpo cae, se relaja el músculo, los dedos golpean cada vez más lentos sobre el teclado borroso, arrancan letras, palabras, suspiros. El sueño llega. Me duermo, me dejo llevar por el silencio, son preguntas las que callan y certezas.

Pierdo mi nombre, me despojo de mí, caigo pesado sobre la almohada, es tarde, el barrio ladra perros sin dueño. Caminantes extraviados, sombras.

Me adentro en el sueño, voy a buscar un poco de vos, nuevamente. Un poco de vos, un declive, una ráfaga, un temblor.

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