Soy Mano: Navidades

por Graciela Labale

24 de diciembre de 2011 - 00:00

 

Recuerdo claramente aquellas fiestas de hace 10 años, pocos días antes habían sucedido los hechos del 19 y 20 de diciembre con sus 39 muertos, saqueos, cacerolazos, el dolor por las calles, la tristeza en cada esquina. Con hambre y exclusión, esta patria nuestra era tierra arrasada. Con este escenario nos reuníamos en las casas casi por inercia, sin nada para festejar. Pero los que creemos en Cristo, en el Cristo moreno, sentimos que aquel hombre que había nacido en la pobreza más absoluta, lejos de los grandes templos e iglesias, no iba a abandonarnos, “ÉL” siempre había caminado al lado de los más humildes, de los más sencillos. Fue así como desde las cenizas, lentamente, muy lentamente, se inició la reconstrucción y empezaron a florecer las organizaciones sociales, los comedores escolares, los merenderos, en fin, todos los espacios de contención para tanto dolor. Pasaron los años, y aunque todavía falta mucho, poco a poco se fue rearmando el tejido social que estaba absolutamente destruido. Muchos de aquellos sitios creados para apagar el incendio, como mi querida biblio “Palabras del Alma”, se fueron transformando y hoy son dignísimos espacios donde circula la cultura a través de múltiples talleres, el trabajo con la organización de microempredimientos, la palabra, la historia, la memoria. Y fueron muchos los que empezaron a acompañar estas iniciativas, con una actitud militante que se había perdido. Después de una década siento la necesidad de decir que esta Navidad nos encuentra en una situación diferente aunque con un largo camino por recorrer todavía y mucho por construir. Pero sabemos que no estamos solos, somos muchos en las calles, en las plazas, somos muchos los que renovamos la promesa de no claudicar. Para todas y todos vayan mis mejores deseos junto a la palabra de Hamlet Lima Quintana a modo de súplica:

“Que no te falte tiempo para comer con los amigos, partir el pan, reconocerse en las miradas. Deseo que la noche se te transforme en música y la mesa en un largo sonido de campanas. Que nada te desvíe, que nada te disturbe, que siempre tengas algo de hoy para mañana. Y que los sepas dar, para regar las plantas, para cortar la leña, para encender el fuego, para ganar la lucha, para que tengas paz”.

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