Unidos pero nunca amontonados

A fuerza de parecer una vieja de mierda (vieja sí, pero de mierda no quiero ser) voy a compartir un texto magistral, escrito por una querida compañera del PRT, Estela Pereyra, que relata parte de la vida de un grupo de militantes y que hace entre en cuestión esa frase de “todo tiempo pasado fue mejor”. No quiero pensar así pero hay historias y personajes que siento irrepetibles. Valoro muchísimo a la dorada juventud actual embanderada y comprometida pero no puedo dejar de marcar una dificultad muy grande que siento tienen: escuchar al otro, respetar, aunque sea para disentir, al que piensa distinto, aún a veces perteneciendo al mismo espacio político. Creo que es un relato para leer, analizar y compartir. Sueño siempre con la unidad del campo popular y esto es un ejemplo de ello.

“Negro, montonero y peronista. Así se presentaba, un poco en serio, un poco en broma el Negro Argüello, ‘Master’ para todos nosotros. Sin embargo y a pesar del tono jocoso, siempre fue las tres cosas: negro, montonero y peronista.

Amplio, solidario como pocos, fraternal, compartió los pabellones de la muerte de la cárcel de La Plata con sus compañeros montos y con los otros, los perros del PRT. Fue delegado general del Banco de Entre Ríos y dirigente sindical bancario a nivel nacional desde donde formó a otros trabajadores dentro de la militancia gremial.

Aun siendo conocedor como pocos de todas las falencias del peronismo, nunca dejó de serlo, de reivindicar a todos los caídos y de decir lo que pensaba sin casarse con ninguno, sin chuparle las medias a nadie: su lengua y discursos eran temibles.

Gran amigo de mi compañero, el Negro Ponce de León, fue quien hizo la despedida final con unas palabras que nos conmovieron a todos, como se despide a un hermano. Es que sí, eran hermanos de lucha y ambos lo tenían ¡Tan claro! Estando tan enfermo como estaba, delgadito y casi desconocido, pasó la tarde velando a su amigo y compañero de cárcel y no permitió una despedida cualquiera, sino una digna de un militante que despide a otro.

Fue nuestro amigo, vino a nuestros cumpleaños, habló como extrapartidario en nuestros actos. Siempre estuvo a nuestro lado acompañándonos a pesar de que no coincidía con todo lo que pensamos, pero si algo no olvidó jamás es que él, como tantos otros, peleó por la Patria Socialista. Desde ese lugar, tenía muy claro quiénes éramos sus hermanos de clase, de ahí su amplitud y sabiduría.

Partió en la víspera del 24 y yo no lo supe. No pude ir a despedirlo cuando me hubiera gustado tanto hacerlo. Merecía, como su amigo que partiera apenas cuatro meses antes, la misma despedida, el mismo HONOR porque era uno de los grandes, de los irrepetibles, de los necesarios, de los imprescindibles.

Con enorme y muy profunda tristeza nosotros, sus compañeros de clase, sus amigos de rondas de vino tinto y empanadas de carne cortada a cuchillo, despedimos a uno de los compañeros más valiosos sobrevivientes de la década del 70.

Hasta siempre, Negro Master montonero y peronista. Te quisimos, valoramos y respetamos tanto. Nos dejás a muchos un vacío terrible y doloroso pero, también, la convicción de que hay otra manera de hacer política, de que se puede encontrar el camino de la unidad y ser fraternos en la militancia a pesar de las diferencias.

¡Que la tierra te sea leve, Negrito querido y entrañable! Que en ese cielo de los Revolucionarios te reciban aquéllos que acompañaron tus días de sueños de una patria liberada, de libres y no esclavos, de igualdad y justicia. Que seas recibido por los montos y los perros con el honor y la gloria que te ganaste a fuerza de pura coherencia.

Te digo LOMJE porque sé que sonaría a música en tus oídos. Te digo AVOMPLA porque es nuestra consigna de mayor dignidad y así saludamos a un compañero del campo popular. Sé que estarías levantando tus dedos en V y sonriendo socarronamente. Así, hermano de lucha, prefiero y elijo recordarte y despedirte.

¡Hasta la victoria final, compañero! ¡Venceremos! Estarás siempre PRESENTE.”