Para los que son amantes de la música es casi obligatorio ver esta película, una de las más recordadas de John Cusack por su papel de Rob Gordon, el dueño de una pequeña tienda de discos que es nada menos que el centro de su vida. Claro que este detalle le trae algún que otro problema en sus relaciones humanas, sobre todo las amorosas, en las que no suele tener demasiado tacto. Entre rankings, viejas joyas, “one hit wonders”, hits y compilados en cassette, Rob trata de organizar su existencia y recuperar algo de lo que perdió mientras estaba inmerso en su mundo de canciones.