Les adelanto que lo que sigue es muy autorreferencial, resulta difícil escribir esta columna con tanto adentro. Tanta tristeza y enojo también. Jorge Ojeda fue conocido por todo Derqui y alrededores, todos tienen una historia para contar de él, y han de ser buenas anécdotas porque fue un tipazo. Muchas de las mías me las guardo para no aburrirlos y también a causa de una necesidad de reserva interna, sonará absurdo pero así es.
Derqui no tiene sus mejores historias en palacios o en anchas avenidas, sino en la gente que lo habitó y en la que aún lo camina. Este tipo fue el disc jockey más requerido por su predisposición y calidad humana. Casamientos, bautismos, cumpleaños de 15. ¿Quién no fue a una fiesta donde estaba él detrás de su consola, musicalizando la alegría? Para mi hermana Rosana y para mí fue el mejor padrino de toda la galaxia. Muchos encontramos el verdadero tesoro en las personas que aparecen para mejorarnos la vida.
Hace unos pocos días nomás, algo se lo llevó para siempre y no me entra en el pecho tanta tristeza, así como tampoco el consuelo general que lo imagina en el cielo (cada vez más alto), ni mucho menos esa afirmación que reza que alguien del más allá lo necesitaba entre las nubes. No, no entra en mi pecho ni en mi cabeza que no voy a ver más al tipo que me alegró la infancia. Claro que la muerte forma parte de la vida, pero la puta madre que injusta es esta última y que absurda y definitiva es la primera. Pido disculpas si hiero susceptibilidades religiosas, pero son mis sensaciones por estas horas y es lo que pienso desde siempre. No lo escribo con orgullo, he intentado, he buscado, no logré encontrar. Me hubiese gustado no ser un irredento. Sin embargo, la fe de mis viejos me bendijo con una persona tan luminosa, tan irreemplazable, tan cristalina como Jorge.
Y aunque exista en mí el pesimismo con respecto a la vida eterna, deseo con todas mis fuerzas que él siga siendo más allá de mi memoria porque sería verdaderamente estupendo que haya escaleras al lado de la cruz del Cristo de la agonía y la culpa para que se baje a recibirlo dignamente. Y si así resultara, seguramente mi padrino lo ayudaría a repartir panes y peces a todos por igual.
Si le interesa a alguien, renuevo mis disculpas si con lo que digo desilusiono, pero no creo que yo deba escribir para generar esperanza, y además estoy seguro de que Jorge no habría de juzgarme.
Entre tanto enojo que hoy me resulta imposible domar, no voy terminar sin antes teclear la palabra GRATITUD. Porque esa es la palabra que mejor se ajusta y que merece ese gordo rockero de barba con la mirada más buena del mundo.
Por último: si me equivoco,algo dentro de mí te va estar esperando para subir y bajar bafles, llevando y trayendo música. O como cuando era chico, de la mano de Rosi, para reírnos y tomarnos mil helados y dar todas las vueltas que queramos a la calesita.