A los 26 años, la pilarense Sol Acosta está viviendo una experiencia a la que no muchos se animan y que, sin dudas, le está dejando enseñanzas que van más allá de lo profesional: como parte de su residencia en Obstetricia y Ginecología, el 3 de febrero viajó a Uganda para trabajar en una maternidad pública de la ciudad de Kampala, capital del país africano.
Hasta hace un mes, la hija del futbolista Beto Acosta, repartía sus días entre el Hospital Austral y Deportiva Francesa, el club de sus amores que define como “su otra casa”. Hoy cuenta cómo es vivir en un país tan remoto y culturalmente tan distinto a la Argentina.
-¿Cómo surgió la posibilidad de viajar a Uganda?
- Como parte del programa de la residencia, en segundo año tenemos la posibilidad de hacer una rotación en el exterior para complementar la formación. Hace más o menos cinco años que se hace la rotación a Uganda. Al principio surgieron dudas y muchos miedos, pero apenas se acercó el momento de decidir, ni lo dudé. Me parecía una buena oportunidad para salir de la zona de confort, y un desafío tanto personal como profesional.
-¿Qué es lo que estás haciendo allá y por cuánto tiempo vas a estar?
- La rotación, que es de un mes, implica continuar con la formación médica. Tanto asistir a clases como ir al hospital, una maternidad pública en donde se realiza el control prenatal, participamos de partos, cesáreas, internación y todo lo que eso implica.
-¿Cuál fue la experiencia más movilizante que te tocó vivir?
-Ver y sentir a las mujeres en el hospital tan vulnerables al momento de dar a luz. Es difícil y frustrante ver tanto sufrimiento, más en un lugar donde los recursos no abundan, como los insumos, por ejemplo los guantes estériles y hasta las camas para dar a luz. Pero uno trata de ayudar como puede, desde sostenerle la mano a la paciente, preguntarle cómo se llama, darle una sonrisa, detalles que muchas veces algunos médicos pierden.
-¿Qué fue lo que más te llamó la atención de la manera de vivir que tienen?
- Al principio fue difícil estar sola. Era mi primera experiencia sola, y ni más ni menos en Uganda. Si bien la mayoría sabe inglés, que es difícil de entender, su lengua nativa es el luganda y sus derivados. El choque cultural es muy fuerte. Son todos de raza negra y cuando caminás por la calle te miran raro por ser blanco, pero son todos muy amables. Estoy en Kampala, que es la capital de Uganda, pero todavía sigue siendo una ciudad en desarrollo en donde abundan los comerciantes callejeros vendiendo comida principalmente. Se ve mucha pobreza, condiciones sanitarias escasas, que predisponen al desarrollo de enfermedades. Están en constante lucha contra la transmisión de HIV y Malaria. El principal medio de transporte son las moto taxi que se llaman boda boda, está lleno. Y son la principal causa de accidentes graves de tránsito.
-Más allá de los profesional, ¿en lo personal, qué te parece que aprendiste?
- Es una experiencia increíble. Fue un desafío personal estar sola en un lugar donde la cultura es distinta, las condiciones sanitarias no son las ideales y también interactuar con gente local y con extranjeros de todo el mundo que estaban haciendo lo mismo que yo. Me sirvió para abrir la mente, salir de mis comodidades, agradecer de las posibilidades y formación que uno tiene, encontrarse con uno mismo, reafirmar que uno está por el camino correcto y decidida a qué clase de médica quiero ser.
Más y menos
• Lo que más te gusta / La gente local. Son todos muy amables y demuestran interés en ayudarte si lo necesitás.
• Lo que menos te gusta / El caos de tráfico con los autos y las motos, y la desorganización.
• Una recomendación / Los parques nacionales. Salir de la ciudad y apreciar los paisajes increíbles. Parada obligatoria: hacer un safari y rafting sobre el río Nilo.
• Lo que más se extraña / ¡La comida! Los platos locales son muy abundantes y consisten en “matoke” puré de bananas, “chapati” pan, arroz, guiso, porotos con salsa, pollo, carne o pescado.