Aunque no lo parezcan, árboles tan tradicionales en las veredas argentinas como los paraísos, fresnos, arces, robles y plátanos son... exóticos. Su inclusión forzada en el ecosistema amenaza la flora y la biodiversidad local. Para recibir la primavera, nada mejor que plantar especies nativas. El jardín se va a llenar de colibríes y mariposas.
Las plantas nativas son las que evolucionaron, propagaron y se desarrollaron espontáneamente en una zona, área o región sin la intervención del hombre.
Cuando los días se ponen lindos, decidimos que nuestros jardines necesitan colores y belleza. Uno va al vivero, compra paraísos, ligustrinas y pinos, campanillas, crisantemos, madreselvas, alegrías del hogar y variadas semillas.
Espera por un día bien soleado, agarra los guantes, la pala, la regadera y la carretilla, las plantas y se siente muy ecologista. Pero cuidado: con ese gesto tal vez se esté desplazando y comprometiendo el crecimiento de especies nativas, mientras estamos alejando de la zona orugas, artrópodos, colibríes, mariposas, aves y otros seres lugareños. Nada ecologista.
La gran parte de nuestros espacios verdes están poblados por especies exóticas, de lugares como Norteamérica, Europa y Asia, que fueron traídas a nuestro país por la inmigración. Muchas de ellas levantan las baldosas o se quiebran con vientos fuertes, simplemente porque son de otros climas, de otras regiones.
Además, las especies exóticas no tienen gran interacción con la fauna local porque no se alimentan de ellas o no les sirve como nidos o refugios. A la vez, estas especies no tienen los controladores o depredadores naturales de sus regiones por lo que pueden transformarse en plaga, provocando todo un desequilibrio que se convierte en toda una amenaza para nuestra flora y fauna local.
Esto actualmente sucede (como en otras áreas) en la Reserva Natural del Pilar. Las especies exóticas como el Acacio Negro, que fueron introducidas a principio de siglo XX, invadieron el área protegida alterando la naturaleza y desplazando las especies nativas. Pero con el gran trabajo de todos los voluntarios que integramos la Reserva y su ONG Patrimonio Natural estamos controlando su crecimiento y su expansión a través de la técnica de anillado y reforestación con especies nativas.
Las plantas originarias ofrecen refugio y alimento para aves, colibríes, insectos y mariposas propios de esos lugares. El Tala (Celtis tala) le brinda refugio y hogar a mamíferos y aves, y alimento a las orugas de la mariposa como Zafiro del talar (Doxocopa seraphina Hübne). Mientras que las hojas de la pasionaria o mburucuyá (Passiflora edulis) son el único alimento para la oruga de la mariposa, conocida como Espejitos.
En Patrimonio Natural contamos con un vivero de plantas nativas en donde podemos encontrar especies como Espinillo, Anacahuita, Ombú, Tala, Sen del campo, Tasi, Ceibo, Timbó, Sauco, entre otras, donde nuestra tarea es difundirlas y que la gente reconozca su belleza y los beneficios de cultivarlas.
Siempre suponemos que otro arreglará los problemas. Sin embargo, en este tema no es sólo cuestión de exigir cambios, sino también de incorporarlos y hacerlos propios.
De esta forma, deberíamos comprender que una de las necesidades más humanas, “plantar un árbol”, necesita reformularse por “plantar un árbol nativo”.
*Voluntarios de la Reserva Natural de Pilar y de la ONG Patrimonio Natural.