Los Pinos: verdes senderos hacia la libertad

15 de agosto de 2010 - 00:00

 

Los pinos que custodian el monumento a San Martín en la plaza de Pilar.  

 

 

por Fernando Juan D’Auría

 

Cultivados en nuestro país desde la época colonial y de exótico germoplasma, distintas especies de la familia Pináceas escribieron junto a nuestro pueblo una historia común.

Una historia que siempre buscó la libertad, como buscan estos conspicuos representantes del orden coniferales con su yema apical, a los infinitos valores del cielo, sin abandonar el cotidiano anclaje de sus leñosas raíces en el suelo patrio.

Dos historias comunes: por un lado la de la naturaleza con su lenta y segura evolución que nos supo brindar un nivel orgánico para configurar la vida vegetal en el ejemplo de estas plantas del género Pinus; por otro lado, la de la sociedad con sus sueños de conquista y desarrollo que por 1778 tendió su mano correntina para entregar la fortaleza y valentía en el espíritu de un hijo, nuestro José Francisco de San Martín.

Los Pinos piñoneros (Pinus picea), de Alepo (P. halepensis) y de Elliot (P. elliotti) son originarios del hemisferio norte, de la cuenca del Mediterráneo europeo o del sudeste de los Estados Unidos y que alguna vez desembarcaron en el Río de La Plata para incorporarse a nuestra autóctona biodiversidad y por esas coincidencias vitales que sólo el Eterno conoce, nuestro criollo héroe debió marchar con su familia a la oriunda España de su padre, donde construyó su educación militar de alta montaña.

Dos historias cruzadas en los años pero que el plan divino lograrían encontrar en un ambiente común: pues San Martín regresa a su patria necesitada de libertad y aquel 3 de febrero de 1813 bautiza la gloria de sus granaderos en el combate de San Lorenzo, y es justo allí donde naturaleza y sociedad se encuentran ya que nuestro triunfante militar firma el parte de la victoria debajo del histórico “Pino de San Lorenzo”.

Luego el espíritu combativo iría por más y sin doblegarse ante los desafíos de los Andes, que también brindaba sus riquezas arbóreas para protección y descanso en sus laderas, los cruzó y libertó medio continente con desinterés y bien común, tan sólo siguiendo adelante su proyecto emancipador.

Y en los albores del siglo XX con esa coincidente o buscada casualidad entre dos historias constructoras de un ambiente, en valores, común, es en nuestro querido Pilar que por aquel 17 de agosto de 1958 decidió iluminar su pueblo con la llama perpetua de la grandeza sanmartiniana.

En los últimos años guían el camino hacia ella, desde la entrada media de la Plaza 12 de Octubre por la calle Belgrano, casi frente a la parroquia, seis jóvenes Pinos dispuestos de a tres en cada sector verde de este paseo.

Sus copas típicas, aparasoladas, troncos rectos, desnudos en la parte inferior característica de los Pinos piñoneros y ramificados en la superior, con corteza grisácea, fisurada en plaquetas rectangulares que muestran su fondo castaño claro.

Sus hojas perennes muestran la típica forma acicular o de aguja de los pinos, agrupadas en haces desde su yema. Sus flores son conos unisexuales dispuestos en distintos lugares de sus ramas (especie monoica). Los masculinos amarillentos y pequeños, y los femeninos en grupos y más persistentes, verdosos cuando están cerrados y se tornan al rojizo brillante cuando se abren dejando caer sus semillas aladas y castañas oscuras.

Estimado lector: observemos juntos a nuestros seres queridos, el devenir histórico que también nos tiene como activos protagonistas de la sociedad que formamos, sin olvidarnos que a la par nuestra camina la naturaleza pidiéndonos con silenciosos gritos, un ambiente protegido para todos.  

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