El Olivo: emblema de una pasión

28 de marzo de 2010 - 00:00

Joven ejemplar de Olivo plantado en el pequeño jardín de la parroquia de Pilar, sobre la calle Belgrano.

 

 

por Fernando D’Auría

Cuánta esperanza y cuánta alegría guardan las ramitas de este generoso árbol mediterráneo, que por casualidad o destino brillaba como especie junto a las típicas palmeras, en la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.

Una hija de la familia de las Oleáceas, que se ganó párrafos de divinidad en los textos bíblicos y sembrada junto al trigo y a la vid en cultivos intensivos de esos lares, formando la llamada “trilogía Mediterránea”.

Así, olivo, palmera, vid, trigo y hasta la rústica higuera fueron partícipes vegetales del andar histórico de Nuestro Señor Jesucristo.

Qué bella sensación nos queda en las manos al batir estas ramitas de olivo. Agitando sus hojas elípticas o lanceoladas, de unos 8 centímetros de longitud, coreáceas, verde-gris con envés algo plateado y perennes, motivo por el cual su estructura queda guardada por todo un año, hasta el próximo Domingo de Ramos.

Cuántos recuerdos han quedado escritos en las huellas recorridas de aquellos años de la década del 80 cuando formábamos los grupos parroquiales de Acción Católica y rezamos en aquel propio Huerto de los Olivos pilarense.  Era un lugar o parquecito bien cuidado por nuestro querido párroco, José Ramón de la Villa, y los seminaristas de entonces: Jorge Ritacco y Luis Grassi, que nos permitía compartir momentos en Cristo y llenarnos de energía para salir a misionar y a formar nuestros grupos en Pilar, en una verdadera comunión.

Así con Fabiana, Walter, Alfonso, Luis, Oscar, José Luis, Marcela, Susana, Jorgelina, Cecilia, Alicia, Andrea, Alejandro, Cristian, Vanina, Pablo, Marcelo, Margarita, Analía y tantos otros amigos de la parroquia, aprendimos el justo valor de la amistad debajo de este sagrado árbol.

Después de varios años, la necesidad, ante un Pilar en crecimiento, hizo que aquel recordado Huerto desapareciera y diera lugar a cómodos y amplios salones parroquiales. Por medio de esta nota agradezco a José Ramón por volver a plantar un pequeño ejemplar de Olea europaea, por fuera de la Sacristía en el cerco que da a la calle Belgrano.

Estos olivos, florecen en primavera con pequeñas flores blancas casi imperceptibles y de cuatro piezas unidas tanto el cáliz como la corola, y el androceo formado por dos estambres. Y por supuesto, son relevantes y necesarios sus frutos: aceitunas ovaladas con una semilla o carozo, que siendo comestibles por su mesocarpio, nos proveen de un excelente y nutritivo aceite, siendo verdes en una etapa joven y al madurar, negros.

Estos árboles resisten la sequía y el calor intenso, por ello son cultivados en Argentina en el centro y noroeste. No necesitan poda y resisten también las plagas.

Muchas familias de origen europeo, establecidas en nuestro Pilar por inmigración en el siglo XX, plantaron olivos junto a sus adoradas huertas como recuerdo vivo de sus genes mediterráneos.

Y en estos comienzos de una nueva década crecerá el hermoso y parroquial Olivo para otorgar bendiciones vegetales a quien Dios bendijo bajo su celestial protección para que sea el nuevo párroco, el  querido amigo y sacerdote por siempre, Jorge Ritacco, en sus manos está el devenir en la fe como pueblo, pero estará en las nuestras alimentadas con sincero amor de corazón, ayudarlo para que logre que Pilar siga creciendo y viviendo en Comunión y en Misión con Cristo Jesús.

Qué especie emblemática es el olivo, cuyas ramas se baten para recibir con alegría al amor pleno, pero también esconden bajo su sombra, la oscura traición que el hombre genera hacia ese amor. Por eso, estimado lector está en nosotros y en estos tiempos de meditación y detenimiento, elegir la senda correcta para seguir dando frutos en esta vida que nos toca construir con verdadera pasión.

¡Feliz Domingo de Ramos!, y a batir palmas de alegría por el amor incondicional de nuestro amigo Jesús.

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