En el fotograma vemos a un grupo de alumnos del Instituto en una clase de Educación Física, en el inolvidable año 1934.
En el fotograma vemos a un grupo de alumnos del Instituto en una clase de Educación Física, en el inolvidable año 1934.
Un Colegio construido hace más de cien años, a un costado de la actual y transitada ruta 25, renace en este 2010, mostrando los destellos del objetivo para el cual fue construido.
Nuestro pilarense Instituto Carlos Pellegrini, mezcla de una naturaleza sin igual y de un trabajo humano inteligente, brillaba casi a mediados del 1900 como la escuela agrotécnica y mecánica de Pilar.
Pabellones equipados con modernas máquinas, laboratorios, descansaban inmersos en un océano de plantas que formaban verdaderos montes frutales colocados con el propósito de estudiarlas; y oscuras y frescas arboledas que dejaban ver en sus claros, las canchas acondicionadas para las prácticas de los deportes.
La historia continuó y la problemática de los menores sin familia también tuvo un lugar en sus claustros y sus alojamientos posteriores, mientras decenas de docentes pilarenses seguían la huella de la educación técnica, trabajando en sus aulas día a día.
Por esas complicadas y mal intencionadas decisiones humanas hubo un tiempo vacío en el viejo edificio y hasta la estatua de Lola Mora que nos recibía en la entrada mostraba señales de abandono.
Pero algo en su interior latía, la llama de formar pilarenses, de educarlos seguía encendida y tal vez sólo faltaba otra loable decisión para reabrir sus claustros y ahí revivir su objetivo fundamental.
Nace la escuela municipal y usa sus antiguas instalaciones, y la suerte vuelve a jugarle una mala pasada a nuestro querido edificio. Con un incendio se quebranta en un grito silencioso su último piso.
Pero, su historia es más fuerte y en estos albores del nuevo milenio marcados con las señas del siglo XXI, no sólo las escuelas municipales saben brindar educación específicas para desarrollar destrezas útiles para la inserción laboral de centenares de pilarenses sino que en su edificio de colegio pensado para brindar la mejor educación, hoy, en este marzo que ya culmina nace la primera carrera de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con sede Pilar.
Un colegio con historia, que ni los años ni el fuego pudieron acabar, tendrá para este venidero mayo la presidencial reinauguración de sus claustros que nacieron sin lugar a dudas para formar educativamente a los jóvenes ciudadanos de este lugarcito querido llamado Pilar.
En el fotograma vemos a los jóvenes del Pellegrini atendiendo los gallineros. Ellos son, de izq. a der.: Di Russo, Raffo (en cuclillas) y el pilarense Juan Carlos Cenobio.
Vemos en el fotograma a los jóvenes estudiantes del Instituto en plena tarea de excavación de los cimientos de los futuros talleres, en 1935. Entre ellos, en el medio, nuestro vecino Juan Carlos Cenobio.
Juan Carlos Cenobio demostrando sus habilidades con la jabalina. Fue campeón intercolegial de esta disciplina en aquel año 1937.
Equipo de básquet de la época de esplendor del Instituto Carlos Pellegrini. Parados de izq. a der.: Juan Carlos Cenobio, Leone y Gómez. Sentados: Maciono, uno no identificado y por último Francisco Abel Cángaro.
Año 1952. Vemos en el fotograma a padre e hijo en una de las tantas jornadas de fútbol que se realizaban en las exclusivas canchas del Carlos Pellegrini. Ellos son: Juan Carlos Cenobio y su hijo Carlitos.
Juan Carlos Cenobio junto al profesor de Agronomía, disfrutando de las bellezas naturales que ofrecía el parque de Instituto Pellegrini, en aquel 1937.
Año 1935. Juan Carlos Cenobio montado, a la izquierda del fotograma, junto a dos peones del Instituto Pellegrini, luego de arriar animales al terminar la jornada campera.
Año 1940. Vemos posando para el fotograma al inolvidable plantel de básquet del legendario Instituto Carlos Pellegrini. De izq. a der.: Francisco Abel Cángaro, Juan Carlos Cenobio, Di Russo, Ernesto Maciono, Leone y Gómez.
Año 1950. Los veranos de aquella época dejaban disfrutar al profesorado y sus familiares de la confortable pileta del tradicional Instituto. Como en este caso lo hacían el profesor agrónomo Juan Carlos Cenobio y su pequeño hijo de 5 años, Carlitos.
Todas las fotos pertenecen a la colección personal de Armando Mathías D’Auría