Wagner y Laura, ayer en la plaza de Pilar.
Wagner y Laura, ayer en la plaza de Pilar.
Las otras fotos los muestran en el camino: cruzando la Cordillera de los Andes e ingresando al país.
Costarricenses, profesionales, aventureros y sobre todo, soñadores. Desde hace 10 meses Laura Ávila Bolaños y Wagner Calderón Rizo están inmersos en una travesía por Sudamérica, que ya los llevó por ocho países y cientos de ciudades. Antes de emprender el resto del viaje, las bicicletas se detuvieron en Pilar.
El primer “pedalazo”, como ellos lo llaman, se concretó el 1º de mayo de 2009 luego de dos años de organización y otros 20 de sueños. Con 38 y 33 años, Laura y Wagner decidieron dejar por un tiempo sus profesiones –ella abogada, él ingeniero en construcción- para sumergirse en esta aventura.
Recién llegados a Buenos Aires, arribaron a Pilar donde conversaron con El Diario acerca de su travesía, y prometieron volver el próximo lunes para recorrer el distrito como ellos saben: sobre dos ruedas.
“Esto responde a cumplir un sueño postergado hace muchos años, luego de una situación laboral bastante tensa, un Viernes Santo dijimos ¿por qué no hacerlo?”, recordó Wagner sobre el puntapié inicial del viaje con el que planean “darle la vuelta a Sudamérica”.
Chicos 10
Con ocho países recorridos: Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, la pareja se animó a decir que “hemos aprendido a no hacemos expectativas de los lugares ni de la gente. Uno propone, Dios dispone y el diablo descompone”.
En este sentido, comentaron que uno de los secretos de la travesía es “aprender a leer las señales y la vibra de las personas, a veces queríamos llegar a un lugar pero pasaban cosas que lo impedían, eso es por algo”.
Y si de supersticiones se trata, los números también hicieron su aporte. La primera gran meta de su viaje, la capital fueguina de Ushuaia, los recibió el 10 de marzo, 10 meses y 10 días después de la partida, y con 10 mil kilómetros pedaleados a cuestas.
El regreso a casa se iniciará desde Buenos Aires, atravesando Uruguay, Brasil, Venezuela, Colombia (la costa atlántica), Panamá y, según sus cálculos, les llevará por lo menos otro año entero.
Habiendo recorrido ya el norte de nuestro país, de donde recordaron –por ejemplo- anécdotas como “ponchar” la goma de la bici 11 veces en un día por el calor abrasador de La Rioja, y algo de Buenos Aires, al momento de describir a los argentinos, Laura aseguró que “la gente es amable, son muy abiertos y te hacen entrar en confianza enseguida y Buenos Aires para andar en bicicleta es muy amigable”.
En cuanto a Pilar, también destacaron el buen carácter de los nativos, y propusieron que “revisar la bicicleta como un medio de transporte porque el clima y la topografía son muy agradables, desarrollando la infraestructura necesaria, ciclovías”.
Rosendo y Rosenda
“Nos llevamos la casa entera con nosotros”, afirmó Laura entre risas, aunque el chiste deja de serlo cuando repasan el inventario de todo lo que trasladan consigo. Para tener una idea, cada bicicleta transporta una carga de 60 kilos.
Ropa para todas las estaciones, cacerolas, utensillos de cocina, carpa, botiquín, repuestos para las bicis, radio –“porque nos gusta escuchar las noticias de cada lugar”, aclararon- y los infaltables Rosenda y Rosendo.
Ella es la computadora en la que vuelcan todas sus vivencias que luego son reproducidas en un blog que van actualizando a lo largo del viaje, ilustrado con fotografías tomadas por Wagner.
Él es un caballito de madera, una mascota de la pareja que los acompaña desde hace tres años. “Es como mantener ese vínculo con algo que cuidar, una responsabilidad”, señaló Laura.
Esmerados en trazar la diferencia entre turistas y viajeros, explicaron que como parte del segundo grupo- “llegamos donde el turismo no llega, vamos a la esencia de un pueblo, al mercado donde las mujeres hacen sus compras”.
“Nosotros dependemos de la gente, así es como se logra un viaje así”, agregó Wagner, todavía sorprendido por la amabilidad de los más humildes que “muchas veces nos ofrecen sus casas para dormir”. “Salimos de Costa Rica con tres contactos–continuó Laura- y ahora es una red enorme”.
A la hora de pernoctar, la pareja suele acomodarse en cuarteles de bomberos, colegios, o simplemente acampar al costado de la ruta. Los hoteles no entran dentro del itinerario, excepto cada 10 o 12 días, cuando descansan 48 horas seguidas.
“Es actitud, se necesitan ganas. Animarse a hacer algo diferente a esa zona de confort que todos tenemos”, enfatizó Laura y si bien destacó la importancia de un buen estado físico, remarcó que es más importante “prepararse emocionalmente. Sabés donde es el primer pedalazo pero no dónde vas a recostar tu cabeza a la noche”.
Cargados de anécdotas, contactos, fotos y paisajes imborrables – destacaron especialmente las salinas bolivianas donde “el tiempo cronológico es otro, no sabes si avanzas o vas para atrás”- los viajeros comparten su experiencia a través de charlas en los diferentes pueblos.
“Queremos motivar a la gente a cumplir sus sueños y concientizar sobre la bicicleta como transporte económico, saludable, que no contamina. Y es viable, si llegamos hasta aquí, perfectamente pueden ir al mercado en bicicleta”, sintetizó Laura.
Un lente sobre ruedas
Desde el 26 al 31 de marzo varias de las fotografías del viaje tomadas por Wagner estarán expuestas en el centro cultural La Paz (Azcuénaga 1739 C.A.B.A.). La inauguración es a las 19.
Quienes quieran conocer el diario de viaje y sus fotografías, pueden hacerlo mediante el blog www.suramericaencleta.com