Ferias americanas, un fenómeno entre lo “cool” y la necesidad

El boom de la segunda mano se consolida con una docena de ferias de venta de artículos usados sólo en el centro de Pilar. Desde indumentaria hasta electrodomésticos, todo es apto para el rubro.

11 de marzo de 2010 - 00:00

Bajos precios, buena calidad y originalidad explican un fenómeno que no distingue poderes adquisitivos.

 

 

“Ofertas desde 1 peso”, anuncia el cartel de la mesa de saldos que conduce a una suerte de realidad paralela donde una moneda tiene valor. Y la misma suma que en un kiosco apenas permite aspirar a un puñado de caramelos, es canjeable por una remera. Producto de la crisis, la moda y cierto gusto por las rarezas, las ferias americanas explotaron en Pilar en el último año, tanto que hay 12 sólo en el centro de la ciudad.

Camperas de cuero, sacos setentosos, camisas, trajes y hasta vestidos de novia. Para las ferias de lo usado no hay imposibles. Sólo es cuestión de revolver, y recorrer. Y para eso, Pilar se convirtió en el lugar ideal.

Pionero de la movida, Antonio abrió la feria americana ubicada en la esquina de Vergani y Bolívar hace ocho años. Allí, además de artículos de decoración, se vende indumentaria usada de todo tipo y época. Desde jeans de primeras marcas hasta vestidos antiguos. “Debe ser un buen negocio porque ahora hay un montón”, apunta con suspicacia.

Sólo en el centro de Pilar hay una docena de ferias de ropa usada, muchas de las cuales fueron incorporando objetos de decoración y artículos de bazar. En la avenida Tomás Márquez al 900 hay cuatro negocios de este tipo concentrados en 100 metros. Otros cuatro aparecen en Víctor Vergani, en el tramo comprendido entre Bolívar y Pedro Lagrave. El resto se reparte en un radio de 400 metros.

 

Bajos precios

“Hay tantos negocios y todos trabajamos por una simple razón: la ropa nueva está muy cara”, explica Rosa, de la feria Itatí, una de las tantas de la avenida Márquez y agrega que “vienen madres con muchos hijos a llevar ropa de entrecasa, y los trabajadores llevan camisas y pantalones para todos los días”.

En el mismo sentido, desde Vinagre y Rosas -sobre Gamboa al 400- la incorporación más reciente a la movida, señalan que “la gente ya no compra tanta ropa nueva y viene acá buscando precios”. Allí, un vestido de 15 puede adquirirse a 80 pesos y una remera de hombre puede encontrarse por nada menos que 1 peso.

Para Sandra, siete años al frente de la feria homónima sobre la mencionada avenida le dan la entidad suficiente para asegurar que “es un negocio muy rentable, tanto mujeres como hombres se acercan”.

Tal es así que su hermana María acaba de inaugurar una feria sobre la calle Vergani esquina Lagrave y junto a su marido Jorge abrió una sucursal en la antigua carnicería El Águila, ubicada sobre la calle Rivadavia, donde además de ropa se dedican a la venta de objetos usados. Cocinas, computadoras, cortadoras de pasto, inodoros, todo segunda mano y a la venta.

Por consignación o directamente arrojándose a la compra, son diferentes los caminos elegidos por los comerciantes para hacerse de la mercadería. En todos los casos, aseguran, dado el peligro latente de caer en la adquisición de mercadería robada, el vendedor debe presentar el DNI.

 

Todo público

Tomando la posta que dejó vacante el trueque emergente de la crisis del 2001, las ferias de lo usado dejaron de ser una incipiente tendencia para consolidarse con fuerza en los últimos años.

Sin embargo, a diferencia de sus antecesores, su explicación parece no encontrarse en una crisis puntual, sino en la paulatina pérdida de poder adquisitivo y, también, a una moda instalada décadas atrás en los países del norte.

“No es una respuesta a la crisis sino una opción diferente para comprar”, analiza Cristina, de la feria Cashba, ubicada en Tomás Márquez. Fanática confesa de las ferias americanas, asegura que “mucha gente se acerca para buscar cosas raras, originales”, y recuerda que “yo vendí ropa de la India que no se encuentra en otro negocio”, y agrega al listado de insólitos: “una colección de perros que me arriesgué a comprar y los terminé vendiendo muy bien”.

Para Rosa, además el secreto está en la calidad de la indumentaria: “acá se encuentran telas que ya no se ven y mucha gente se las lleva para reciclarlas”. La moda “retro” también hizo lo suyo para levantar el negocio. “Para fin de año siempre hay un auge de las fiestas de los 70 y estos lugares son ideales”,  afirma Rosa.

Entre los percheros de estos sitios pueden hallarse perlitas en forma de camisolas hippies, vestidos sixties, enormes anteojos de sol, zapatos con plataforma y pantalones Oxford.

En tanto que Antonio destaca que “acá viene gente humilde y gente con plata”, y jura que “hay muchos profesionales, abogados y médicos que vienen a comprar los trajes acá”. 

 

 

Un negocio en el que todos ganan  

Una señora coqueta despliega una valija abarrotada de ropa y mientras pelea el mejor precio para deshacerse de sus cosas, intenta convencer: “esto no lo usé casi nada”, “está impecable”.

Según la mayoría de las fuentes consultadas, entre los principales proveedores de mercadería se encuentra la gente radicada en countries de la zona. “Vienen mujeres de country a ofrecer cosas de marca que casi no tienen uso”, indica Cristina. Con palabras similares, Jorge asegura que “mucha gente me dice que prefiere vender antes que regalar porque después saben que igual se terminan vendiendo”.

“Como antes cuando se quedaban sin trabajo se ponían un remís, –continuó- después un kiosco, un cyber y ahora una feria americana. Es una alternativa a la situación donde la gente puede comprar y vender de acuerdo a sus posibilidades”.

Vendedores, compradores e intermediarios, sin distinción de poder adquisitivo. Los testimonios lo aseguran y los hechos lo confirman: con el boom de la segunda mano, todos ganan.

 

Dejá tu comentario

Te Puede Interesar