En la madrugada de este viernes 29 de septiembre, el Senado de la Nación convertía en ley uno de los proyectos más esperados por miles de pilarenses que supieron hacer de él una bandera: el que establece la creación de la Universidad Nacional de Pilar.
Los 59 votos a favor en la Cámara Alta sellaban un hecho histórico para el distrito y al mismo tiempo, saldaban una deuda con la comunidad que hasta ahora no cuenta con la posibilidad de enviar a sus hijos a una universidad pública dentro del territorio local, aun cuando Pilar es uno de los municipios que más crecimiento demográfico vivió en las últimas décadas.
Quienes pasamos por las aulas de la educación pública –y los que no también- no podemos ni debemos soslayar la importancia que tiene en el entramado social como agente para garantizar la igualdad de oportunidades.
Desde principios del siglo XX y hasta la actualidad, la formación en la universidad pública es el primer gran factor de movilidad social en la Argentina que permite que los hijos de los sectores sociales económicamente más perjudicados puedan soñar con un futuro mejor que aquel que tuvieron sus padres.
Sin embargo, esto no es más que un apostolado romántico si las casas de estudios no se encuentran en un radio de cercanía. Eso es precisamente aquello que viene a zanjar la Universidad Nacional de Pilar: acortar distancias entre los alumnos y las aulas.
Que los pilarenses puedan formarse en el nivel superior cerca de sus casas sin necesidad de trasladarse durante horas, entendiendo el desgaste económico y físico que ello significa, máxime cuando en muchos casos a esto se le suma la necesidad de compaginar estudio con trabajo.
La Universidad Nacional de Pilar es un sueño colectivo que el viernes encontró su coronación porque una gestión de gobierno local eligió dar esa batalla y ponérsela al hombro hasta convertirla en realidad. Con emoción y desde mi lugar dentro de la política, celebro que haya sido de esta manera porque en temas de derechos humanos, como lo es el del acceso universal a la educación, no hay grieta posible.
(*) Concejal y docente de la Universidad Nacional de Lanús.