Tribuna del lector

Volviendo a clases a ambos lados de la cordillera

Por Redacción Pilar a Diario 3 de febrero de 2021 - 07:39

por Roberto Bravo González


“Hombre. Pueblo. Nación. Estado: todo está en los humildes bancos de la escuela”, decía Domingo Faustino Sarmiento. Hoy, a pocas semanas de iniciar el regreso a las escuelas y colegios en esta parte del mundo, esta frase cobra particular relevancia.
Si algo nos ha enseñado esta pandemia, es que nadie estaba preparado para una crisis de esta magnitud. No lo estaba el Gobierno, ni tampoco las escuelas de ningún país. No existen soluciones sencillas que puedan ser imitadas para efectuar un retorno exitoso, sobre todo si consideramos que la experiencia internacional en este punto muestra resultados tan diversos como contradictorios. Pero una cosa es segura, la población y sus organizaciones responden de mejor manera cuando existe diálogo y confianza. Elementos que parecieran desvanecerse cada vez que se descalifica y se adoptan posturas binarias respecto al tema del regreso presencial a las aulas.

El año 2020 no fue fácil. Así como no fue nada sencillo vivir dos finales de Copa América casado con una argentina. Sí, soy chileno. Profesor y director de una escuela trasandina. Por mi trabajo y familia, en este lado del mundo, estamos muy conectados con todo lo que pasa en ambos países. Y si hay algo que compartimos por estos días -a pesar de las diferencias propias de cada nación- es la incertidumbre ante la reapertura del sistema escolar. Es que el regreso presencial en estos tiempos de crisis sanitaria y económica, suponen un nivel de consenso y voluntad política, muy difícil de orquestar.

La Pandemia ha golpeado duro a la Argentina, pero la crisis es mundial. En Chile, cuando en ciertas regiones se dieron las condiciones sanitarias para iniciar un regreso presencial a las escuelas y colegios durante el año pasado, el debate se centró –lamentablemente- en si se debía volver o no. Nada más.

Cuestionamientos centrales sobre cómo acompañar socioemocionalmente a los niños y niñas durante la pandemia o cómo nos hacíamos cargo de los procesos de aprendizaje, cuando el acceso digital y conectividad no siempre estaban presente, no estuvieron presentes. Nadie hablaba de eso. Tanto el Gobierno como el Colegio de profesores de mi país se enfrascaron en una monótona e infructuosa discusión. Posturas intransigentes que parecían ser parte de una trinchera con agudo cálculo político, más que un debate serio y sustancial sobre cuestiones pedagógicas y necesidades de contención emocional. No nos puede pasar nuevamente. Se necesita un nuevo trato. Porque educar es un acto comunitario.

A menos de un mes que Argentina y Chile retornen a clases, la discusión sobre si están o no las condiciones para un regreso presencial a las escuelas volverá a copar las agendas y el debate público. Y, es en este proceso que debemos preguntarnos sobre la priorización de necesidades como sociedad. ¿Será posible que el hecho de abrir bingos, casinos y malls en nuestros respectivos países, pero no las escuelas, sea una muestra de la precariedad de nuestras prioridades? Puede ser. Pero también es cierto que cuando las comunidades escolares en su totalidad no participan del debate, la generación de confianza y restructuración de prioridades resulta improbable.

En estos días de incertidumbre, una cosa es cierta: cuando las familias, estudiantes y docentes no somos parte de la discusión o no nos involucramos activamente del acto de educar y formar, se corre el riesgo que otros, sobre todo aquellos con nutridas agendas propias en un año electoral, sean los que rapten el debate en ambos lados de la cordillera, despojando de toda oportunidad (nuevamente), a esos humildes bancos de escuela.l

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