OPINIÓN

Medio siglo en cuarentena

Por Juan I. Surraco*

Por Redacción Pilar a Diario 23 de junio de 2020 - 08:05

El Covid-19 es una “excusa” a partir de la cual algunos comienzan a cuestionar el orden mundial vigente. Es una oportunidad para entender si es posible que los mecanismos tradicionales de la economía de mercado no hayan funcionado para garantizar la salud de la población en general; si es necesario reconfigurar las economías para impulsar la industria y el trabajo como elemento fundacional del poder nacional; si efectivamente el poder mundial puede estar gravitando de otra forma dada la creciente influencia de China y el estancamiento de las potencias occidentales; si hay que revitalizar la importancia de los gobiernos para definir políticas que favorezcan los intereses nacionales.
Lamentablemente, hoy Argentina está lejos de poder pensar el presente contexto en términos estratégicos. Hemos llegado a esta situación con una agenda plagada de obstáculos de corto plazo, en vez de pensar en las razones que nos llevaron hasta acá, aprender de nuestros errores y posicionarnos frente al futuro, las pasiones nos hacen caer fácilmente en banderismos vacíos y discusiones inertes para la agenda de engrandecimiento de la Nación.
Desde mediados de 1970 -justo cuando comenzó a prevalecer el modelo de capitalismo global que conocemos hoy- la economía argentina tuvo un quiebre estructural que la separó del resto de los países y la llevó a décadas de progresivo estancamiento. Los ciclos de auge sugirieron con profundas crisis y lo concreto es que hoy, el valor del producto bruto a precios constantes es el mismo que hace 40 años. En la historia más reciente, el PIB del 2019 es igual al de 2006.
Desde 1980, la pobreza y la desigualdad crecen: en los últimos 40 años, un 20% de la población argentina cayó en la pobreza, llegamos al Covid con un 40%, y esperamos salir de esto en niveles de 50% o más (probablemente superiores a los que se observaban en la crisis de 2001/02). El Covid nos encuentra pobres, pero con un Estado presente y mejor articulado que en otros países para llegar a los más afectados. Sin dudas, es algo bueno, pero los empates no se festejan.
El estancamiento económico y la deuda social hicieron que la importancia del Estado crezca naturalmente. Pero el rol de articulador de políticas de contención vino acompañado por el aumento del déficit fiscal, el cual fue financiado alternadamente vía endeudamiento y emisión monetaria, y además, siempre con crecimiento de la presión impositiva.
Una vez más, Argentina está atravesando un episodio de default de la deuda. La irresponsabilidad de 10 años de mal manejo fiscal, condiciona en el corto plazo, y la obliga a negociar por la deuda en medio de crecientes presiones por la delicada situación sanitaria y económica. Negociamos para tener una buena foto y evitar que la olla a presión estalle. No negociamos para despejar los vencimientos de deuda de corto plazo, tener espacio fiscal para afrontar la crisis presente y esperar reutilizar el endeudamiento como recurso extraordinario.
Hoy, por la emergencia, la discusión sobre cuestiones tributarias pasa por los impuestos a la riqueza y el patrimonio pero no se discuten impuestos que bajan la competitividad argentina. La necesidad fiscal del Estado ha logrado que la Argentina lidere rankings de cantidad de impuestos y peso de los impuestos sobre el PIB. Ante esta realidad, el sector privado ha reducido su importancia o ha aumentado la informalidad y hoy se naturaliza la práctica de la evasión fiscal como política de supervivencia. Pero no se observa que esto ha contribuido a aumentar aún más la vulnerabilidad social y a reducir la capacidad del Estado para desarrollar políticas para combatir la pobreza.
En la urgencia, se toma partido en la disputa entre economía vs. salud. Es común en la opinión pública asociar la defensa de la economía a las ideas más liberales, al rechazo a la cuarentena y al rol del estado presente. Por el contrario, los defensores del enfoque de la salud, parecen alejados del esfuerzo que hacen los ciudadanos en postergar sus derechos en pos de un interés mayor de la sociedad.
Se comparan Suecia y Noruega por los modelos de cuarentena contrapuestos que han implementado, pero no se reconoce que ambas son economías exitosas y estables. Se ironiza con los problemas sociales que Chile y Brasil muestran en la gestión del conflicto, en vez de mostrar solidaridad con países vecinos y potenciales socios estratégicos de negocios. En lo que va del siglo, la inserción política y comercial fue condicionada por la debilidad económica estructural de la balanza de pagos. En un mundo en el que podrían cambiar las relaciones comerciales, los ejemplos pueden salir caros.
Quizás sea hora de entender que el Covid está haciendo que muchos países vuelvan a pensar que la industria es sinónimo de poder, y que a pesar de la falta de ejercicio, puede ser una buena oportunidad para pensar en planes de desarrollo industrial basados en la innovación y la generación de trabajo argentino como estrategia dinamizadora de la economía. Si en vez de elegir salud o economía, el foco esta puesto en cuidar “la salud de la economía”, quizás se observe con más objetividad la historia reciente, se aprenda a no repetir errores y nos convenzamos de que tiene sentido conformar un proyecto común para los argentinos.

*Economista y consultor financiero.  
 

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