¿Y a vos qué te pasa?

30 de mayo de 2010 - 00:00

por Víctor Ejgiel 

 

¿Qué mirás?, ¿Qué te pasa? ¿Y cuántas preguntitas despectivas de este tipo estamos acostumbrados a escuchar entre chicos, y a veces no tanto? Desde hace tiempo ya vemos como lo que antes eran pequeñas rencillas entre niños y adolescentes, hoy son batallas campales para definir quién es el más fuerte (por desgracia asociado al más “capo”), y si esas batallas no pueden definirse en el, tal vez lógico, mano a mano, se busca la ayuda de algún amigo que por supuesto siempre tiene la mano dispuesta a pegar. Y lo más grave es que hoy en día estas discusiones, para ser suave, son iniciadas o llevadas a cabo por chicas o jóvenes, no tanto por varones.

Pero, ¿de dónde viene tanta violencia? Los chicos aprenden lo que viven, en la casa, en la calle, en el club, en la escuela. Detrás de tanta violencia hay un mundo de palabras despectivas con un viso de racismo incorporado muy grande y que puede haberse entendido de esa manera en otras épocas, pero hoy son iniciadores de situaciones más graves que provocan no sólo violencia verbal, sino golpes donde si las manos no alcanzan, cualquier otra cosa o arma sirven.

El negro de mierda, el villero, el concheto, el flogger, el cumbiero, o el de Villa Verde, el de Peruzzotti, el de San Alejo, o el de Agustoni, parecen apodos que para algunos pueden ser una simple identificación barrial o de gustos pero para otros son pertenencias a “tribus urbanas” que de ninguna manera pueden ser amigas, porque una tiene que ser mejor que la otra, por supuesto la mía. Y esto se aprende, no son cosas que los chicos descubren solos. La sociedad, la casa y hasta ese otro integrante de la familia de cualquier hogar, como lo es la televisión, muestran permanentemente un mundo de bandos, siempre enfrentados, tal vez como una simple novela, pero que dentro la lógica de razonamiento de un niño, termina siendo una diferencia. Porque no son sólo los noticieros los mostradores de violencia, por nombrar un programa para chicos que ya no está, “Patito feo”, donde Las Divinas eran un clan que competía, a veces no tan sanamente, con “Las Populares” (pido disculpas si le pifio en alguna). Esta simple rivalidad en un colegio, no es raro que los chicos la transmitan a la realidad, y si a eso le sumamos lo que se puede ver en alguna otra novela de grandes, en alguna película, hasta de chicos, y en algunos hogares, donde los padres no medimos nuestras discusiones caseras, ni las limitamos a un lugar privado, la mezcla suele ser muy peligrosa, porque los límites están desdibujados.

No es mentira que en los colegios se trabaja el tema de la violencia, junto con el de las adicciones o el de las enfermedades sexuales, el compromiso existe, pero el bombardeo informativo multimediático es muy grande transformando esto en una batalla de David contra Goliat. Por suerte la historia, la leyenda, da vencedor al más chico y por eso nunca bajaremos los brazos en esta lucha que merece un examen de conciencia en cada familia, buscando qué se puede mejorar, qué debemos limitar, o qué podemos hablar con nuestros hijos para, de alguna manera, explicar que la violencia nunca jamás soluciona nada, la violencia sólo genera más violencia, y el final siempre es el peor. Si la justicia no es capaz de castigarla, deberemos buscar la forma en que la sociedad lo haga, por supuesto desde la concientización, desde la explicación, desde la palabra. Nosotros mismos somos los encargados de erradicar este mal, no dejemos este tema en manos de la policía o de la justicia, que pueden hacerlo bien o no, pero la semilla está en casa y ahí los únicos responsables somos nosotros mismos.

La intolerancia no es más que una forma de racismo, y ya sabemos muy bien la asociación más fuerte de este tema, y también sabemos todo el mal que personajes como Hitler, o tantos otros le hicieron a este mundo, lamentablemente vamos en una pendiente que necesita cambiar de ángulo y esa función es sólo nuestra, de todos los adultos, hagámoslo.

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