UN EMBLEMA DE PILAR
Donde alguna vez estuvo Cuernavaca…
El histórico boliche cerró hace un año, luego de 53 temporadas. En los últimos días fue demolido para instalar locales comerciales.Aquellos vecinos que transitan por el centro de Pilar ven pasar por su cabeza varios recuerdos cuando caminan por la cuadra de Bolívar, entre Ituzaingó y Rivadavia: allí funcionó durante más de medio siglo Cuernavaca, el boliche más famoso que tuvo la ciudad.
A un año de su cierre, en los últimos días comenzaron las tareas de demolición de lo que fue el espacio bailable, que en febrero cumpliría nada menos que 54 temporadas.
“Mi idea es poner locales comerciales”, adelantó a El Diario Daniel Blesa, propietario del lugar desde hace 30 años. Sin embargo, los trabajos de los albañiles no pasaron desapercibidos: “Mucha gente que pasa y ve la obra se saca una foto –comentó-. Muchos conocidos me mandaron fotos de Cuernavaca demolido, también para preguntarme qué voy a hacer ahí”.
Sin embargo, Blesa recordó además que, a pesar del nuevo emprendimiento, “el predio sigue estando en alquiler o a la vente, así que mientras avanza la obra también escucho ofertas…”.
No obstante, reconoció que “todavía me sorprende la repercusión que tiene todo lo relacionado con Cuernavaca, a pesar de que cerró hace un año (el 31 de diciembre de 2018 fue la última noche). Pero claro, fueron 53 los años que estuvo abierto el boliche”.
Recorrido
El “quincho” –como le decían cariñosamente sus fundadores, entre ellos Fredi Llosa- ubicado en Bolívar al 500 siempre se resistió a ser un boliche igual a los demás.
Cuernavaca mantuvo durante medio siglo la esencia de sus primeros días, conservando el espíritu de camaradería que deseaban sus creadores. Sin VIP ni tratos diferenciales, todos –vecinos comunes y famosos que acercaban hasta Pilar- compartían el mismo espacio.
El lugar vio pasar gran cantidad de boliches por el centro, como Sirrosis, Mediterráneo, Rough, Bayside o Casapueblo; e incluso el boom del kilómetro 50 con Pilar Ranch o Coyote. Sin embargo, siempre mantuvo su público fiel.
La relación de Daniel Blesa con Cuerna nació casi desde el principio, primero como cliente, luego como parte de un grupo que -a fines de los años 80- lo alquiló por algunos meses en una época de vacas flacas: junto a él estaban Lucas Sordo, el Lagarto Ferrá, Chiquito Torres, Germán Aón y Toto Checchi.
A principios de los 90 se convirtió en dueño en sociedad con Manucho Grillo y Federico La Greca, aunque con el tiempo compró ambas partes y quedó como único propietario, hasta que sintió que la historia tenía que cerrarse.
Luego de haber sido el punto de encuentro de tres generaciones, ya no queda ni su histórica fachada.