¿Qué comían en 1810?

Una especialista del Hospital Austral analizó la alimentación de aquella época. Aunque consumían más calorías, tenían mayor desgaste físico. Similitudes y diferencias a 208 años.

Por Redacción Pilar a Diario 25 de mayo de 2018 - 10:43

Con motivo de la conmemoración de la Revolución de Mayo, Silvia Juárez, especialista del Hospital Austral, analizó la alimentación de aquella época, haciendo especial hincapié en la necesidad de “siempre tener en cuenta la situación cultural para poder evaluar una conducta”.

El 25 de mayo de 1810 se produjo la Revolución que modificaría el sistema de gobierno, y la comida típica para celebrar ese día es bien conocida, el locro.

Licenciada en nutrición y coordinadora de la Unidad de Soporte Nutricional del Austral, la profesional destacó que “la mayoría de las personas en 1810 caminaban y lo hacían transportando un peso importante debido a las ventas ambulantes, las ropas que debían lavar en el río o los recipientes con aguas extraídas de los aljibes, lo cual implicaba un gasto un calórico que hoy el hombre no hace”.

En aquella época, 208 años atrás, era muy común el guiso de carne vacuna y verduras cocidas y, si bien no se consumían demasiadas verduras de “hoja verde”, contenían gran variedad de ingredientes. “Este alimento permitía incorporar a la alimentación cebolla, zanahoria, tomate y choclo, rico en vitamina C”.

Hoy sabemos que, tal como la especialista afirmó, “es importante incluir verduras crudas y verdes en la dieta diaria por el aporte de ácido fólico y, a su vez, porque de esa forma se conservan mejor las vitaminas que poseen”.

En cuanto a la alimentación a base de carne, explicó que “de acuerdo a las recomendaciones nutricionales, hoy en día seguimos comiendo una cantidad excesiva de carne, es un hábito del hombre argentino”. Y agregó: “no obstante, con una porción de carne diaria estamos cubriendo las necesidades proteicas de nuestro organismo”.

Así, el consumo de carne “bueno o malo” depende de cada individuo y, por ello, las dietas deben ser personalizadas. “Las carnes rojas, como el pollo y el cerdo, aportan gran cantidad de colesterol y hierro. La carne blanca del pescado, en cambio, es beneficiosa por el aporte de grasas omega 3, saludables para el corazón”, detalló Juárez.

Cabe recordar que en 1810 el método de conservación de algunos alimentos era la sal. Si bien hoy en día se sigue utilizando en algunos casos, no es tan común.  “En la actualidad, el inconveniente del exceso de sal en las comidas diarias es que la gente ha dejado de cocinar y consume comidas delivery, snacks o panificación con grasas y sal. Además, han reemplazado el guiso por preparaciones culinarias industriales con alta cantidad de sodio”, aclaró. “Poblacionalmente, disminuir un gramo de sal en los alimentos procesados, genera un descenso de 10 mm de Hg en la presión arterial media”, sumó.

Además de lo mencionado, los chicarrones eran comunes en aquella época, un alimento frito hecho con grasa. En este punto, contrariamente a lo que muchos piensan, la especialista afirmó que “una buena fritura en cantidades moderadas, una vez al mes, junto a un plato de vegetales crudos y unos 15 minutos de bicicleta o caminata, no es tan malo”.

Un tip: si una persona decide comer un alimento frito, para cocinarlo debe introducirlo en aceite bien caliente para conseguir una cocción rápida y evitar que absorba demasiado aceite.

En cuanto a la cantidad de comidas que se deben ingerir durante el día, “lo ideal es respetar nuestro ritmo circadiano, es decir, los cambios físicos y psicológicos del organismo. Además se debe tener una alimentación fisiológica, que implica aprender a regular la ingesta sobre la base del hambre y la saciedad”. Durante la época de la Revolución de 1810, en las reuniones de las clases altas se acostumbraba a servir hasta siete platos.

Según la dieta de aquellos tiempos, “un almuerzo de nuestros antepasados podría estar cerca de las 3.500 o 4.000 kcal”, dijo Juárez que, asimismo, explicó que “la ingesta diaria recomendada debe ser calculada para cada individuo, de acuerdo a la talla, el estado fisiológico y la actividad física. Lo importante es no saltear el desayuno”.

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