La leyenda del lobizón vincula al séptimo hijo varón con el padrinazgo presidencial. Dos diputados presentaron un proyecto para derogar la ley que lo reglamenta.
Dos diputados santafesinos, Esteban Paulón y Mónica Fein, presentaron un proyecto de ley para decirle “adiós al lobizón” y eliminar el padrinazgo presidencial al séptimo hijo o hija de cada familia. Paulón argumentó que "una sociedad plural y moderna no admite distinciones de ningún tipo", haciendo referencia a la necesidad de dejar atrás las tradiciones basadas en creencias antiguas y en distinciones que ya no tienen lugar en una Argentina inclusiva y diversa.
El proyecto ha abierto el debate sobre la continuidad de esta práctica, que ha sido parte de la cultura argentina por más de un siglo.
La tradición de que el Presidente de la Nación sea padrino del séptimo hijo varón de una familia tiene sus raíces en la leyenda del lobizón, una figura mítica del folclore argentino. Según la creencia popular, el séptimo hijo varón consecutivo de un matrimonio se transformaría en lobizón, un ser que se convierte en lobo en noches de luna llena. Para contrarrestar esta superstición, se instauró una práctica que sigue vigente: el Presidente de la Nación asume el rol de padrino de estos niños.
En rigor, el padrinazgo apuntaba a darle un estatus simbólico al ahijado, ya que la tradición marca que quienes creían en la superchería pensaban seriamente en sacrificar el séptimo hijo. Ser ahijado de un presidente confiere un aura de protección, ya no de lo sobrenatural, pero sí ante los supersticiosos.
La leyenda del lobizón proviene de supersticiones europeas relacionadas con el hombre lobo. En Argentina, la versión más extendida señala que el séptimo hijo varón se transformaría en lobizón al llegar a la adolescencia, convirtiéndose en una criatura que deambula por los campos y pueblos durante las noches de luna llena.
Esta leyenda y el padrinazgo presidencial viene de larga data. Se remonta al año 1907, cuando un matrimonio emigrado de Rusia y que se radicó en el país le pidió por carta al presidente de ese entonces, José Figueroa Alcorta, que fuera padrino de su séptimo hijo varón, quien aceptó.
En ese sentido, la costumbre se transformó en la ley 20.843 que reglamentó el padrinazgo presidencial en el año 1974, durante la presidencia de Isabel Martínez de Perón, quien también sumó a las séptimas hijas a la normativa.
Décadas después Cristina Kirchner, modificó la norma para que se incluyeran a los séptimos hijos varón o mujer de cualquier credo, ya que antes estaba reservado solamente a los bautizados católicos.
El padrinazgo, según estipula esa ley, es meramente simbólico y no confiere ningún beneficio (aunque el artículo 1º habla de para todos los niveles educativos). En esa línea, el Ejecutivo debe proveer “la suma anual necesaria para el otorgamiento de las becas de estudio instituidas por el artículo anterior”, en la que deberá contemplar “la provisión de libros y útiles y todo aquello que sea inherente al alojamiento, alimentación y recreación del becario”.
Sólo la Argentina y Paraguay tienen todavía esa norma entre los países sudamericanos y repasó que aquí todo se inició a principios del siglo veinte. Hoy son 11.000los ahijados activos de diferentes presidentes de la historia.
Pocos meses después de la sanción de la ley de padrinazgo presidencial, se estrenó en 1975 una de las películas argentinas más exitosas de la historia: Nazareno Cruz y el lobo. Leonardo Favio retomó el asunto del Lobizón en base a un radioteatro de Juan Carlos Chiappe (el creador del personaje de Minguito). Juan José Camero es el protagonista, y Alfredo Alcón personifica al Diablo.
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