Por Alejandro Lafourcade
Ejerció la docencia durante casi 45 años, la mayoría de ellos en el Verbo Divino. También marcó su impronta en el Almafuerte y el IMDP. Una profesora que dejaba huella.
Por Alejandro Lafourcade
La comunidad educativa de Pilar se entristeció en las últimas horas con la noticia del fallecimiento de María del Carmen Balbín, profesora de Historia que marcó una época en las aulas de varios colegios del centro.
Su deceso fue confirmado desde el Instituto Verbo Divino, su hogar de toda la vida. En sus redes, el colegio posteó: "Es con profunda tristeza que despedimos a nuestra querida profesora María del Carmen Balbín, recientemente fallecida. Una docente que hizo historia, haciendo gala de su saber, significando la vida de muchos alumnos de la escuela que, aún hoy, evocan sus enseñanzas, agradecidos de habérsela cruzado en las aulas".
Y agrega: "María del Carmen fue y será, para los que tuvimos el placer de conocerla, INMENSA. Se lleva con ella toda nuestra admiración a tantos años de dedicación y entrega, nos deja la enorme dicha del conocimiento en su máxima expresión. El saber ocupa un lugar y ese lugar lleva su nombre".
Oriunda de San Miguel, Balbín llegó a Pilar a fines de la década del '60 y recién dejó las aulas unos de 45 años después, alrededor de 2012, cuando arrancó su merecido descanso. Su conocimiento, erudición y pasión por el saber y el enseñar hizo que sus clases de Historia fuesen inolvidables para miles y miles de estudiantes que pasaron no sólo por el Verbo sino también por el Almafuerte y el Madre del Divino Pastor, entre otros.
De fuerte personalidad pero buen corazón, podía congelar con la mirada o hacer un comentario que despertara risas en el alumnado. En muchos de ellos despertó el gusto por la historia y, como varios reflejaron en redes al enterarse de la triste noticia, Balbín "hacía viajar" en sus clases, en una travesía imaginaria guiada por sus relatos.
En recreos y reuniones, sus modales y su refinamiento se relajaban en la sala de profesores y podía lanzar un chiste subido de tono o un comentario filoso, con esa media sonrisa tan característica. En cualquier caso, el sentimiento que despertaba "la Balbín" entre sus colegas siempre fue el mismo: admiración.