Encuentros semanales

El trabajo de un grupo de jóvenes de Pilar en una cárcel de máxima seguridad

Van al penal de San Martín para rezar el Rosario con los presos. Lo hacen con la Fundación Espartanos. “Las personas pueden cambiar, no damos a nadie por perdido”, dice una de las voluntarias.

Por Redacción Pilar a Diario 19 de febrero de 2023 - 09:04

Por Alejandro Lafourcade
a.lafourcade@pilaradiario.com

Los portones enrejados que se abren, pasillos que conducen a un pabellón, un abrazo fraterno y la oración compartida. Cada viernes, un grupo de jóvenes pilarenses se trasladan hasta una cárcel de la provincia para rezar el rosario con los internos, experiencia que está dejando una marca indeleble en sus vidas.

Se trata de los integrantes de Ad Maiora (“Hacia mayores cosas”, en latín), proyecto fundado en Pilar que se centra en obras de misericordia y acciones sociales “que son ofrecidas como pequeños regalos para Dios. Buscamos formar una comunidad de jóvenes que se potencie mutuamente, creciendo en el amor a Dios y a nuestro prójimo”.

Cada viernes, entre 10 y 15 jóvenes llegan hasta la Unidad Nº48 del penal de San Martín, adonde llegaron a través de la Fundación Espartanos, entidad que cobró notoriedad por (entre otras acciones) conformar equipos de rugby en diversas cárceles argentinas, con resultados alentadores que se traducen en la disminución de la reincidencia.

Contacto

“Me invitó una amiga a través de la Fundación Espartanos, me inscribí por un link y empecé el año pasado”, explicó a El Diario Josefina Casado, futura terapista ocupacional y dueña de una fuerte espiritualidad.

Sobre prejuicios e impresiones previas, reconoció que “la mirada que tenía de las cárceles es que eran el último lugar que me hubiese gustado pisar. Cuando todos pensamos en una cárcel tenemos presente a ‘El Marginal’ y creemos que todas son así, por más que sea ficción. No digo que algunas no lo sean, pero no son todas”.

Además, indicó que “la mirada que yo tenía sobre las personas privadas de su libertad era decir ‘que se jodan’, como una actitud condenatoria, de señalar con el dedo, agregando más violencia con las palabras a la que ya existe. Ponerme en la posición de Dios, juzgar, creer que sé todo y poder condenar a alguien porque cometió un delito y por eso le puedo decir lo que quiera… Era una postura muy lapidaria antes de ingresar a la cárcel y conocer a los chicos”.

-¿Cómo fueron esos primeros momentos al ingresar al penal?

-De bastante nerviosismo, no es habitual ingresar a una cárcel y estar en el pabellón con ellos. Pensé que nos iba a dividir una reja pero no era así, estábamos todos juntos “¿si pasa algo, cómo pido ayuda?” es la primera pregunta que se te viene a la cabeza. El momento en el que llegás a la puerta del pabellón y ellos se asoman para ver quién sos me impactó, pero una vez adentro me dije que había ido con un propósito.

-¿Y el contacto con los detenidos?

-Una vez que se cierra la puerta del pabellón y quedamos adentro, la primera reacción es mirarte y saludarte, con la mano o un abrazo, son muy respetuosos con la gente que viene de afuera, muy amables a la hora de recibirte. Te dan los mejores asientos, nos traen mantas cuando hace frío y un té caliente. Yo esquivaba la mirada o agachaba la cabeza, me ponía nerviosa y no sabía muy bien cómo actuar.

Ya en el patio, se arma un círculo alrededor de una mesa sobre la que se colocan imágenes de vírgenes y santos, para luego empezar a rezar el rosario. Los internos guían el rosario, los cinco misterios, y los chicos de Pilar acompañan. El último misterio se transcurre en un abrazo colectivo con la Virgen en el centro.

“El primer día lo único que hacía era llorar mientras escuchaba sus testimonios –recordó Josefina-, cómo pasan el día a día, sensaciones, pesares, alegrías, cómo les está yendo con el rugby o en sus estudios. Piden por los niños que están en la calle, en los merenderos, agradecen todo el tiempo tener un día más de vida. Es una experiencia muy fuerte pero muy hermosa, a uno también lo interpela, sale transformado y con otra mirada”.

Por eso, no duda en que “durante ese rato de encuentro es como si el Cielo bajara y estuviese en el pabellón”.

Redención

La Unidad Nº48 de San Martín es una cárcel de máxima seguridad para hombres mayores de edad.

“Me cambió bastante la mirada pero creo en la justicia, el sistema judicial y penal está por algo y me parece que está bien que se condene a quien comete un delito”, señaló la pilarense.

No obstante, a partir de esta experiencia “también creo que la cárcel tiene que ser ese lugar donde la persona pueda realmente cambiar y transformarse, para luego poder salir y volver a integrarse sanamente en la sociedad, en un trabajo, en una red de contención”. Por eso afirma: “Creo realmente que las personas pueden cambiar, si quieren y están dispuestas a hacerlo. Dios puede cambiar a las personas siempre que ella lo quiera. No damos a nadie por perdido”.

Y cierra: “Como sociedad también tenemos que estar abiertos a recibirlos, el tener antecedentes no es lo mismo a la hora de buscar un trabajo.   Tenemos que estar más receptivos a las personas que estuvieron privadas de su libertad, para que puedan encauzar su vida en algo positivo. Es difícil cambiar esta mentalidad, pero es necesario”.

El dato

Ad Maiora colabora también con la escuela de hockey y rugby de El Bosque Rugby Club y el Merendero de niños “Rincón de Esperanza”. Contacto en Instagram: @admaiora

“Durante ese rato de encuentro es como si el Cielo bajara y estuviese en el pabellón”.
 JOSEFINA CASADO

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