por Alejandro Lafourcade
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A mediados de la década de 1940, Manzone era una zona de campos y quintas muy diferente a la localidad que es en la actualidad. Los pocos habitantes que vivían en el lugar fueron testigos de la llegada de vecinos de origen japonés: eran Shinsei Tawata y su familia, los primeros nipones que se asentaron en Pilar.
En poco tiempo, más familias fueron arribando al distrito, desempeñando diferentes tareas y con una característica que fue fundamental para su integración en la comunidad: la inmediata apertura con el resto de los vecinos.
“Mi abuelo materno, Shinsei Tawata, fue el primer agricultor e inmigrante japonés que llegó a Pilar, a mediados de la década del ‘40”, relata con orgullo el arquitecto Alejandro Inamine. “Él había llegado al país allá por 1932, comenzando como mozo y lavacopas”.
Con sacrificio, Shinsei fue alquilando terrenos para llegar a su objetivo: dedicarse a la agricultura. Así es como sucesivamente pasó por Ezeiza, Mariano Acosta y la zona de El Chelito (Tortuguitas), hasta llegar a Manzone junto a su esposa Tsuru.
El matrimonio tuvo ocho hijos, todos alumnos de la Escuela Nº5, una entidad que quedó marcada a fuego por la colectividad japonesa teniendo en cuenta que, entre las décadas del ’50 y ’60, arribaron para dedicarse a las quintas de verduras las familias Tokashiki, Nishihara y Nakasone, entre otras.
Pioneros
Si bien en nuestro país a la colectividad se la ha relacionado con el rubro de las tintorerías, la primera de ellas llegó recién con la familia Nakamura, a metros de la terminal de ómnibus.
Con precisión, Alejandro indica que al mismo ramo “se dedicaron las familias Ikehara, Takaesu (en Ituzaingó y Fermín Gamboa) y Ganaha, primero en la calle Ituzaingó y luego en Lorenzo López”.
Claro que sus propios padres (Seiji Inamine e Irene Tawata) se sumaron con la recordada tintorería Tawata, instalada en Pedro Lagrave casi esquina Belgrano.
Alejandro menciona, además, “a la familia Mori, en Rivadavia casi Independencia. Roberto Mori, dueño de Lyonn´s junto a su cuñado Atilio”.
Tal como señalara El Diario en ediciones anteriores, en 1972 se instaló la comunidad japonesa de Zelaya, compuesta por integrantes de la llamada “isla grande” (los llegados a Manzone y Pilar provenían de la zona de Okinawa, como el 70% de los inmigrantes nipones en el país), famosa por su floricultura, al igual que lo sucedido en Escobar.
Integrados
Algo que caracterizó a los japoneses de Manzone y Pilar fue la apertura inmediata hacia la comunidad, concurriendo a las mismas escuelas que el resto de los vecinos y formando pareja con hombres o mujeres occidentales, algo que no siempre ocurre con otras colectividades.
“Ya mi primo Walter Tawata es parte de esa unión –destaca Alejandro Inamine-. Mi abuelo nunca hizo problemas en ese sentido, no era un grupo cerrado”. De hecho, la mayoría de los ocho hijos de Shinsei se casaron con occidentales. “Sus nietos tampoco se cerraron… yo me casé con una rubia hermosa”, expresa.
Esa integración generó incluso una de las leyendas pilarenses más recordadas, como la lucha de Juan Tawata con un oso de circo. Juan era luchador de sumo, y cuentan que el pobre animal no pasó un buen rato…
Además, el recorrido de los japoneses en Pilar tuvo, a lo largo de las generaciones, también historias de caminos inversos, como los casos de Mauricio Tokashiki y Ángel Ganaha, pilarenses que hace unos años decidieron radicarse en la tierra de sus ancestros.
Shinsei Tawata murió en 1987, dejando un legado de trabajo que heredaron sus hijos y nietos. El pionero llegado de oriente que echó raíces a 18 mil kilómetros de su lugar natal.l
El dato
Luego de Tawata, las familias Tokashiki, Nishihara y Nakasone fueron las primeras que llegaron a Pilar, para dedicarse a la agricultura.