Historia local

El día que Pilar se rebeló

En 1971 el gobernador de Buenos Aires decidió el regreso de un intendente controvertido. Pero un grupo de vecinos lo impidió tomando el Municipio. Se lo llamó “El Pilarazo”.

Por Redacción Pilar a Diario 8 de julio de 2018 - 00:00

Fueron un puñado de jornadas de 1971, un momento en el que Pilar perdió por un momento su calma habitual para formar parte de las páginas de política de las publicaciones nacionales: pasó a la historia como “El Pilarazo”. Corría septiembre de 1971, y el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse había designado como gobernador al brigadier Miguel Moragues, quien a su vez dispuso un recambio de gran cantidad de intendentes (comisionados, ya que no habían sido elegidos por el voto popular). En ese contexto, en Pilar se dispuso la salida de Nicolás Ruiz Guiñazú para favorecer el retorno de Raúl Colombo, quien ya había cumplido esa función en 1963 y 1967, siendo además interventor de la Asociación del Fútbol Argentino.
Esa fue la semilla del conflicto: un grupo de vecinos decidió expresar su descontento con el regreso de Colombo y resolvió tratar de impedirlo. Las primeras reuniones se desarrollaron en el bar La Alhambra, de Rivadavia y Lorenzo López. Allí, Quique Rodríguez, Choche Manfredi, Alcides Bruno y Ángel Milani fueron los que tomaron la iniciativa.
El 16 de ese mes se realizó una toma pacífica del Palacio Municipal, y desde ese momento las versiones fueron ilimitadas, tanto sobre lo ocurrido en el edificio como en la vía pública.
Casi nadie podía entrar o salir el Municipio. Ni siquiera el intendente Ruiz Guiñazú, todavía en funciones, pudo lograrlo: pasado el mediodía llegó a la plaza acompañado por Ricardo López Herrero y Pocho Ferrá, y en la puerta del edificio rechazó enérgicamente un acta en la que figuraba su renuncia. Cuenta la leyenda que López Herrero rompió el documento, ante la ovación de los vecinos presentes. Del balcón colgaban banderas que decían “Fuera Colombo”.
Mientras tanto, el gobernador había enviado a un negociador, Mariano Garófalo, quien se entrevistó con los “cabecillas” y escuchó su petición: no querían el regreso del interventor de la AFA. No obstante, las fuentes indican que tampoco era demasiado firme el pedido por Ruiz Guiñazú.
Enterado de las novedades, Moragues decidió que Colombo no volvería a Pilar, pero que el actual comisionado tampoco seguiría en su puesto. Por eso decidió encomendar a un segundo enviado, Jorge Sava. Con las cosas más calmadas, el hombre propuso formar una terna de candidatos, y los nombres surgidos fueron los de José Dalco Domenech (farmacéutico y creador del asilo de ancianos), Arturo Domenech (presidente del Club Sportivo) y Luis Murad (presidente del Club Atlético). Los tres eran vecinos queridos y respetados.
Luego de algunos días de tertulia, Murad –odontólogo de profesión- fue el elegido. “El Pilarazo” se había consumado con un fallo a la medida de todos. 

Testigo
Por esos días, el docente retirado José Mimo Domenech era un joven inquieto que, junto a su amigo Santiago Sanguinetti, dirigía el periódico Futuro. Ambos cubrieron los acontecimientos y recogieron testimonios fotográficos para la posteridad.
Entrevistado por El Diario, Domenech recuerda que “Colombo era visto como alguien de afuera, que llegaba con gente propia para ‘tomar’ Pilar. Hasta el día de hoy, no sé cuál era su interés de ser intendente, si ya manejaba la AFA”. Por su parte, “la gestión de Ruiz Guiñazú ya había sufrido un desgaste”.
El vecino es claro al afirmar que el Pilarazo “no fue una revuelta popular, tomó dimensión en los medios nacionales por el contexto político de la época”. De la misma forma, dice que no había más de 300 o 500 personas en la puerta del Municipio. “Las banderas indican que estaba todo preparado, no fue espontáneo ni tuvo el carácter revolucionario que algunos le quisieron imprimir”, opina a casi 47 años del hecho.
En 2007, Regino Osés brindó a El Diario un extenso reportaje, que se convirtió en una de sus últimas entrevistas a medios locales. Ese día se refirió al “Pilarazo” y su participación, dando su versión de los hechos.
“Ruiz Guiñazú quería pavimentar 200 cuadras y llamó a licitación, y uno de los que licitaban vino recomendado por el gobernador, pero como la suya no fue la mejor propuesta no ganó. El gobernador, de bronca, lo destituyó y puso a otro que ya había estado, con un mal precedente”. Según Osés, el interventor Sava “estaba más desorientado que perro en cancha de bochas”. 

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