Ayer al mediodía se realizó una fiesta sorpresa en el Centro de Jubilados de Pilar situado en la calle San Luis. El homenajeado fue Loreto Audolino Villarruel, un vecino de Villa Verde que cumplió 100 años.
“No sabia nada de esto. ¿Qué puedo organizar yo? Con los años que tengo no puedo organizar nada”, bromeó el agasajado ante El Diario.
Es que la fiesta había sido organizada por su única hija, María Elena Villarruel, quien reside en Santiago de Chile y regresó al país para celebrar el centenario de vida de su padre.
“Estoy muy agradecido por tanta gente que conozco. Para mí son todas amistades”, indicó durante la celebración, ante más de 60 invitados.
Por su parte, Amílcar Soto, presidente de la institución pilarense, también dedicó unas palabras a quien apodó “el patriarca” del centro de jubilados: “Bien merecido tiene de poder nosotros hacerle un festejo con todos los socios del círculo”.
Soto también se refirió a la vitalidad del vecino centenario al recordar un viaje que recientemente hizo Villarruel a Chile en ómnibus para visitar a su hija: “Tiene una fortaleza y un estado de ánimo que es envidiable”.
Durante el almuerzo, el hombre recibió varios obsequios y entre ellos se encontraba el libro de Pilar y un mate enviados por el intendente Humberto Zúccaro, con quien mantienen una amistad desde hace varios años.
Pilarense por elección
Fue en 1984 cuando luego de jubilarse, Villarruel decidió ocupar su tiempo en lo que estaba naciendo por las cuadras cercanas a la estación de trenes del ferrocarril San Martín, y formó parte de los fundadores del naciente Círculo de Jubilados de Pilar de la calle San Luis.
“Siempre estuve, nunca quise estar en la comisión pero siempre estaba dando algún consejo de lo que yo más o menos sabia. Yo venía de la Capital y estaba tan quemado que no quise saber más nada”, señaló Villarruel, quien vivió en la ciudad de Buenos Aires hasta los 52 años.
Al pueblo que eligió para pasar sus últimos y más tranquilos años lo descubrió a los 17 años, “cuando era todo hornos de ladrillo y tambos. Todo un desierto”, explicó el cumpleañero, al recordar aquel Pilar de principios de siglo. “Se hubieran caído de asombro de la manera que conocí a Pilar. No había nada”, continuó emocionado de ver a su hija y de compartir ese momento junto a sus compañeros del centro de jubilados.
“Organizar este evento que para mí y para papá era muy importante”.
MARÍA ELENA VILLARRUEL