por Celeste Lafourcade
El paso de mano en mano fue dejando su marca en la fachada de la histórica propiedad ubicada a metros de la plaza 12 de octubre. Colores estridentes, restos de pintadas y algo de deterioro son las huellas del paso de los siglos en una de las construcciones más antiguas que sobreviven en el centro de Pilar, ubicada sobre la calle Lorenzo López entre Rivadavia e Ituzaingó.
Aunque no hay datos precisos de su construcción, se estima que la misma data de principios del 1900. Según los testimonios recopilados de los descendientes de los habitantes más antiguos de Pilar, desde entonces y hasta la década de 1930 funcionó allí un gran almacén de ramos generales.
El fondo de la propiedad estaba conectado con el palacio municipal y los calabozos de la comisaría que en esa época convivía en la misma manzana.
Sin embargo, un incendio arruinaría gran parte de la original construcción de la que sólo sobreviven los vistosos balcones de hierro propios del estilo art decó.
Fue el siniestro que dejó reducido a cenizas buena parte del interior de la propiedad la oportunidad para que don Ricardo Rodríguez, un panadero español que llegó a estas tierras a principios del siglo XX, la adquiriera a un precio ínfimo.
A eso se le sumaba además otro condimento: en aquella época corría con fuerza la versión de la llegada del macadán –primer antecedente del asfalto- que debía ser costeado por los vecinos. Aquellos frentistas que no pudieran pagarlo serían expropiados. De este modo, y ante la posibilidad de perderlas, muchos optaron por vender sus casas a cambio de poco dinero.
Con ese panorama, Rodríguez –abuelo de la secretaria de Educación, Cultura e Integración y esposa del intendente municipal, María del Carmen Rodríguez- adquirió el viejo almacén.
Restauraciones mediante, “la casa de los balcones” fue alquilada a la familia Ponce de León donde no sólo vivieron sino que instalaron la primera casa velatoria. Así, el espacio donde actualmente funciona un garage era utilizado para guardar los carruajes fúnebres.
La propiedad cuenta a su vez con un gran sótano –cuyos respiraderos pueden verse en la parte inferior de la fachada- que se conecta con la esquina donde funcionó la primer panadería de Rodríguez en la esquina de Bolívar e Ituzaingó.
Actualidad
Una librería, un local en alquiler, una antigua unidad básica del intendente Humberto Zúccaro (llamada Centro de Independientes) donde se instaló más tarde la dirección de Deportes y un garage funcionan actualmente en la planta baja de la histórica propiedad, que según testigos, todavía conserva la grifería y parte de la mampostería original.
La planta alta, la única que sobrevive casi intacta desde la original construcción –el detalle puede verse no sólo en los balcones sino en los postigos- según la información a la que pudo acceder El Diario se encuentra tomada por varias familias desde hace más de 30 años.
Como dato anecdótico, desde el propio despacho del jefe comunal se puede observar el contrafrente de la planta superior cuya estética se asemeja a la de un típico conventillo de principios de siglo.
Por su incalculable valor histórico y arquitectónico, (y para evitar intervenciones sui géneris como las que los inquilinos de los locales realizaron sobre el frente de la construcción) resultaría por lo menos interesante volver a debatir la posibilidad de que Pilar cuente con alguna legislación destinada a la conservación de las fachadas de las pocas construcciones añejas que han logrado permanecer de pie frente al avance de la “modernidad”.
Especialista
Entre el art decó y el italianismo
Por Lucrecia Lavaselli*
En los balcones de la histórica construcción claramente puede verse el estilo art decó propio de principios del siglo XX. Sin embargo el friso y los medallones sobre las pilastras –las columnas sobre la pared- reflejan lo que en arquitectura se conoce como italianismo, es decir, corrientes que en Europa estaban desarrolladas desde mucho tiempo antes de desembarcar acá y se usaban en la construcción de palacios y viviendas de varios pisos (inspiradas en los palazzos italianos del Renacimiento).
Con la llegada de la inmigración, los europeos tratan de emular ese estilo en estas tierras derivando en ese «italianismo», que es la adaptación de la manera o maniera de hacer arquitectura. Ese estilo llega a la Argentina con un desfasaje de tiempo respecto de Europa. Hay que tener en cuenta que en los años 20 en Europa se daba una revolución artística importantísima y justamente se estaban rompiendo las reglas de la arquitectura y el arte tradicionales (el academicismo). En esta construcción el detalle de «actualidad» lo da la herrería del balcón que sí demuestra algo de movimientos más actuales y eso es muy de los primeros inmigrantes: mezclar estilos fatto in casa.
Una nota al margen merece las descuidadas intervenciones sobre las fachadas de la planta baja. Esta situación se repite con frecuencia cuando no existen regulaciones que protejan edificios anteriores a los años 40, como las que están comenzando a ponerse en practica en la Ciudad de Buenos Aires.
*Arquitecta