por Víctor Ejgiel
Cómo hacés para vivir, cómo después de entregar toda tu vida al trabajo y aportar como corresponde, o cómo el Gobierno decide, a tu “retiro jubilatorio”, podés pagar tu comida, podés bancar los remedios que el médico de PAMI, cuando lográs que te atienda, te receta. Cómo tu corazón resuelve el hecho de llevar a tu nieto a pasear y no poder ni siquiera pasar por el quiosco porque dos caramelos para él, es un plato menos de sopa para vos. Pero quedate tranquilo que puede que tu juicio por la mala liquidación desde años puede salir sorteado en unos meses y dentro de unos años, si llegás, vas a cobrar en cuotas lo que te robaron, porque si liquidaron mal tus haberes “te robaron”.
Yo particularmente ya no tengo a ninguno de mis cuatro abuelos, todos ellos ya están descansando de toda esta miseria que nosotros mismos empujamos. Y puedo hablar con propiedad porque me tocó vivir dos historias paralelas pero diferentes. Mis abuelos paternos, de costumbres y religión judía, hicieron su propia historia, pudieron fundar su empresa, una carpintería y ebanistería, y trabajar guardando dinero para cuando hiciera falta, mas allá de lo que resultare pagar de tributo jubilatorio, costumbres europeas, se dicen, cosas que la guerra enseña.
Esta forma de pensar les permitió tener ese resto suficiente para poder bancar las enfermedades que la edad les trajeron, las diálisis y las personas de cuidado necesarias, ya que vivían lejos de nosotros y nunca quisieron mudarse. Por el otro carril van mis otros abuelos, los maternos, esos que también conocieron el trabajo desde muy chicos, pero que nacieron en este país y que, respetuosos de la ley, cumplieron confiando en esa promesa de una retribución jubilatoria justa a todos sus años de servicio, y así les fue. Mudándose a Pilar adonde sus hijas pudieran tender una mano mas allá de la compañía en los años de mayor soledad, sino también donde el plato siempre pudiera estar lleno o los remedios no falten, porque esa promesa estaba lejos, muy lejos de poder hacerlo.
Es increíble como nadie toma verdaderas cartas sobre el tema, mientras se vacían las cajas de la Administración Nacional de Seguridad Social, la Anses, para tapar agujeros que nada tienen que ver con ningún jubilado, parece cómico escuchar que este gobierno dispone por ley dos aumentos anuales del haber jubilatorio, dos aumentos que arbitrariamente se disponen en base a… nada.
Cuando los gremios discuten y consiguen aumentos de hasta el 40 por ciento (como los gastronómicos) y ninguno baja del 20%, a nuestros jubilados, el Gobierno dispone de un fastuoso aumento del 8,21% , ¡no es fabuloso!, no por lo importante sino por lo fabulativo.
Pero toda esa plata que la Anses, recordemos, entidad de los jubilados, gana en el año, no puede ir a los haberes porque tiene que bancar los viajes privados que llevó a cierta gente a ver el partido contra Uruguay por las eliminatorias ante Argentina en Aerolíneas, o tiene que pagar sueldos en programas televisivos exageradamente costosos; sí, hablo del famoso “6,7,8” donde se pagan sueldos de Hollywood con un rating mísero más allá de las ¿credenciales? periodísticas que algunos ostentan en la televisión pública, porque existe una diferencia, en la televisión privada los sueldos se pagan con las publicidades o del bolsillo de los dueños, en la televisión pública el sueldo se paga del bolsillo de todos nosotros, o ahora de los ahorros de nuestros abuelos.
¿Qué diferencia existe entre el corralito financiero de Domingo Cavallo, que encima era capaz de llorar frente a los abuelos, y que impidió a muchos poder usar la plata que se habían ganado en años de esfuerzo, y esta nueva forma de restringir el uso de plata que ellos mismos juntaron?
Pero no importa abuelo, aguante, que como van las cosas usted cobra jubilación, pero nosotros… no sabemos.