por Víctor Egjiel
Así se ofrecen los paquetes de viajes más exclusivos, esos viajes increíbles de ensueño donde no necesitás nada adicional, todo esta incluido.
La educación, desde hace unos cuantos años, tiene la impronta de inclusiva, se le ha designado esa calidad de contenedora social, es preferible que el chico esté en la escuela y no en la calle. Entonces la escuela se transformó en la cocina, en el club, en la esquina, en el hospital, en…, perdón ¿Y el lugar para aprender, está?
Estoy completamente de acuerdo con la necesidad de incluir a todos los chicos dentro de la escuela, que es uno de los mejores lugares (no el único) donde los chicos pueden estar, que también está la casa, o que primero debería estar la casa que es quien debe darle la contención necesaria, que aunque sabemos que en algunos casos no existe, la escuela a veces no tiene las mismas armas, tiempos o resguardos que el hogar debe dar.
Los comedores escolares, las actividades recreativas y demás han cubierto lugares que antes daban los potreros, los clubes de barrio, las sociedades de fomento, las plazas, y todo eso que provocaba un sano lugar de encuentro, entonces la escuela era el lugar para estudiar.
Y éste es el complejo interrogante que se provoca hoy en día, ¿Qué es la escuela hoy para los chicos?, el lugar adonde hay que ir todos los días, ¿a qué?, a hacer lo mismo que en casa pero con mis amigos. Y esta interpretación recae en el error. Ese error que esperemos sólo sea de interpretación de algunos pocos. A la escuela hay que ir a aprender, la institución escolar es la encargada de inculcar los conocimientos necesarios para que el alumno pueda afrontar el día de mañana los compromisos propios de la vida con las armas que la sabiduría y las buenas costumbres le dan.
Entonces si la inclusión solicitada, fruto de la obligatoriedad de la enseñanza desde los 3 años hasta los 18 años, deviene en el detrimento de los contenidos mínimos necesarios para la aprobación de cada área en cada año de la educación, entonces sí estamos quitando armas de vida por mantenerlos dentro.
La obligatoriedad de asistencia a esta escuela debería acompañarse de espacios acordes, docentes capacitados, materiales didácticos aptos, y familias acompañadoras, si no la palabra OBLIGATORIA vuelve a ser otra espada de Damocles sobre cada uno de los ciudadanos de este país, porque entre todos hacemos la escuela.
En un mundo cada vez más especializado necesitamos de personas cada vez más capacitadas, con la posibilidad de discernir y encontrar prontas soluciones a problemas inesperados, y si bien la capacidad de resolver problemas no es propia de una materia, está incluida en todas, por lo que todo lo que en la escuela se enseña es necesario aprenderlo.
No hay materias más o menos importantes en toda la educación, y no deberían existir los pretextos de la aprobación automática, como existe en los primeros años de la educación, ni quienes modifiquen notas para disminuir repetidores, ni siquiera quienes olviden esa obligación sagrada de enseñar más allá del sueldo o de cualquier otro reclamo, entonces la obligatoriedad de la educación pasaría de ser un problema a una solución y nuestra sociedad futura podrá tener líderes hábiles capaces de discutir razonablemente y con verdaderos fundamentos los destinos de todos nosotros.
La inclusión es una necesidad, el enseñar es una vocación, el recibir educación un derecho, pero el aprender es una decisión, y es una decisión de quien quiera hacerlo y de nadie más.