La aventura de dos pilarenses varados en Perú y lanzados a la ayuda

Julio Oteiza y Miguel Rodríguez viajaron junto a un amigo. Por los aludes no pudieron llegar a las ruinas incaicas. Pero se alistaron como voluntarios y auxiliaron a los lugareños.

14 de febrero de 2010 - 00:00

1- El pilarense Julio Oteiza con una habitante de Cusco durante la travesía. 2- El micro se quedó y hubo que seguir a pie. 4- Aislados. Un puente roto por el alud.

 

A fines de enero, durante varios días la opinión pública dirigió su atención a Perú debido a los aludes y lluvias que tuvieron en jaque a buena parte de ese país, desastres naturales que afectaron a gran parte de la población incluyendo a turistas, entre ellos once pilarenses.

Dos de ellos, Julio Oteiza y Miguel Rodríguez, no sólo vivieron el desastre desde adentro, sino que se alistaron como voluntarios para brindar ayuda humanitaria. “Habíamos viajado hacia Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Cusco, con la intención de llegar a Macchu Picchu, recorrido que se truncó por los aludes”, explica a El Diario Julio, empleado del área de Prensa del Municipio.

El joven viajó junto a Rodríguez y otro amigo (Rodrigo Casanovas, de Grand Bourg): “Es la primera vez que hago este viaje. Ya fui de mochilero a Mendoza y Córdoba pero esto fue muy distinto. El lugar que más me impactó, por el choque cultural, fue Bolivia. No tiene nada que ver con lo que nosotros conocemos”.

Luego de una estadía tranquila en ese país, al ingresar a Perú todo se complicó. “El 25 de enero nos sorprendió la lluvia cuando estábamos por llegar a Cusco, a 20 kilómetros, en un pueblo que se llama Huacarpay. Allí los pobladores habían perdido todo, hasta el ganado, ya que se habían desbordado el río y un lago. El mayor problema es que las casas son de barro, por eso el agua corroe los cimientos y las derrumba”.

Julio recordó que en ese mismo pueblo “nuestro colectivo estuvo a punto de desbarrancarse y se le paró el motor, por lo que quedamos varados. Le exigimos al chofer -que insistía con mover el colectivo a toda costa- que nos diera nuestro equipaje, porque estábamos seguros de que el vehículo se iba a caer. Hicimos bajar a la gente, convenciéndola del peligro que estábamos viviendo, porque algunos no habían tomado conciencia. Los caminos están destruidos y los vehículos son muy precarios”. Y agregó: “Había una ausencia total del Estado, recién en Cusco vimos a gente de Gendarmería”.

 

La solidaridad

Finalmente, los tres amigos llegaron a Cusco en la caja de un camión, junto a otros turistas, y al arribar a la ciudad vieron que en la Plaza de Armas los turistas y lugareños habían organizado colectas para ayudar a los habitantes. Ninguno de ellos dudó: había que poner manos a la obra. “Se recaudaron 3 mil dólares en diferentes monedas, y con eso comprábamos agua mineral, ropa limpia para niños y adultos y demás insumos”, dice.

De inmediato confirmaron que a Macchu Picchu no podrían viajar de ninguna manera, pero en lugar de volver o quedarse en el hostel prefirieron formar parte de los grupos de voluntarios que ayudaron a los habitantes de diferentes pueblitos de los alrededores de Cusco. “Nos alistamos y salimos dos días consecutivos, desde las 8 hasta pasadas las 21. Separábamos el agua, la comida y la ropa para repartir, y no volvíamos hasta que se entregaba la última bolsa. Había turistas hasta de Australia”, comenta Julio.

Con su grupo ayudaron en los departamentos de Anta y Pisac, zonas en las que abundan las comunidades aborígenes que están totalmente aisladas. “Más que nada nos pedían ropa seca, y el coordinador decidía cuánto dejábamos, entre todos decidíamos cuáles eran las necesidades reales de cada pueblito. Son lugares a los que el turismo no llega, los chicos se sorprendían con las cámaras digitales”.

 

El desenlace

A través de Internet, en Cusco los jóvenes argentinos se comunicaban con sus familias, alertadas por las noticias que llegaban a través de los medios (cabe recordar que una turista argentina murió al ser sorprendida por un alud mientras dormía). Mientras tanto, ellos seguían con su actividad: “Fuimos a Surite, cuyo puente se cayó y no se podía pasar. El pueblo se había dividido en tres por las inundaciones, y allí también dejamos cosas. Fue difícil porque llegamos de noche y no había luz. Al otro día nos enteramos que hubo un alud, pero no llegó hasta donde estuvimos nosotros”.

Los tres turistas tenían pensado volver en ómnibus, rodeando el lago Titicaca, “aunque nuestras familias nos insistían para que volvamos en el avión Hércules aportado por el gobierno –dice Julio-, pero decidimos quedarnos y hacer el viaje original. Sin embargo, al llegar a Bolivia también estaba todo inundado, por lo que terminamos tomando un avión de La Paz a Santa Cruz de la Sierra, y desde allí a Buenos Aires”.

Mientras recuerda la inolvidable experiencia vivida, Julio asegura que el capítulo no está cerrado: “Voy a volver y llegar hasta Macchu Picchu. Pienso que las cosas pasan por algo, y esta vez tenía que estar ayudando. Eso sí, la próxima no voy a ir en época de lluvias…”.

 

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Turistas provenientes de Pilar sufrieron las consecuencias de los aludes y lluvias que se registraron en Perú durante los últimos días de enero.

 

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