Soy mano

Sapos

Por Chino Méndez

Por Redacción Pilar a Diario 25 de julio de 2020 - 08:12

Los peronchos conocemos tantos sapos que, desde un tiempo a esta parte, ya sabemos de antemano quiénes son los príncipes que comen insectos para hacerse gordos en el espacio. Ya lo dijo mi amiga, Graciela Nora, sólo salen del pozo para morfar.
Pero hay otros batracios, esos que en su vil metamorfosis van decantando el desencanto, perdiéndose entre ropajes monárquicos y el rouge colosal de los bufones. Aunque intenten chapalear un vals en el fango, siempre habrá un charco esperándolos para aterrizar. Yo conocí escuerzos que imitaban a las ranas en los crepúsculos, y me complací con sus cánticos que anunciaban la bendición de la lluvia, pero que a la hora de la danza ensayaban la coreografía del silencio bajo los paraguas, mientras algunos creíamos estar jugando al carnaval. Sapos de piel fría polar, pero de ágil lengüetazo.
Tarde o temprano un cruel destino los espera, de tanto pasarse de una vereda a la otra, se encandilarán con las luces y alguna cubierta hará justicia para convertirlos en alfombra del asfalto.
Pero seamos honestos ¿Cuántas veces te sentiste un sapo vos también? Si tu respuesta es un nunca, ten cuidado, porque quizás, un buen día, un reflejo de aburrimiento y decepción más la daga de algún silencio hecho de mentiras te despojará de tu corona. Y así, sin traje de Noble, con tu conciencia de anfibio y la memoria de tu pozo destronado, irás en busca de humedales que te cubran el cuero ante la lumbre. Ojo con andar jugando a los príncipes y las reinas, que los cuentos terminan, tarde o temprano.
Debo confesar que en una tarde, no muy lejana, me arropé de etiqueta, pero no pude evitar el sonido, el croar que pide agua. De sapos era el concierto de fantasmas que me habitaron. Quien tuvo que deslizar en su paladar ese curtido lomo verrugoso fue una dama, que espantó con abrazos y un beso en la frente a ese elenco muerto de sed que luchaba por sobrevivirme.
Desde aquel ocaso entendí que debía encargarme de la migración y el anhelo de los anillos y las coronas para dejarme de joder con personajes ficticios. Ahora acá estoy mirando por la ventana como llovizna sobre mi huerto, allí viven cuatro sapos, todos ellos con postura recia y desafiante, esperando el movimiento en falso de los insectos que merodean entre los malvones y agapanthus. Sospecho, tal vez, que no todos sean peronistas.
 

Foto: Jack Hamilton

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