Elijo decir estoy viva. Me gusta la palabra vivir. Me gusta vivir. Me gusta que todos podamos vivir dignamente. Me gusta la palabra donar. Donar tiempo. En este contexto, donar alimentos aunque preferiría que cada uno los pueda obtener por su cuenta. Donar mientras la distribución de la riqueza sea tan injusta como siempre. Donar sangre y plasma que hoy por hoy es donar vida. Y más si pasaste por la experiencia del Coronavirus ya que podés hacer vivir a 4 personas. Me gusta la palabra solidaridad con la mayor horizontalidad posible, porque es lo que hace falta en tiempos difíciles. Me gusta la palabra fuego, ese fuego que enciende las ollas de la bondad y ese fuego eterno que nos hace levantar cada mañana con la esperanza de un tiempo mejor. Me gusta la palabra amasar, es tan grande! Amasar el pan de cada día, amasar proyectos y sueños para todos. Me gusta la palabra abrigo ese abrigo que abraza el cuerpo y el alma. Y claro que me gusta la palabra libertad, tantas veces bastardeada. Entiendo a la libertad en sintonía con la palabra igualdad, otra que me gusta. Porque para muchos no hay posibilidad de decidir un viaje ni siquiera decidir cargar la Sube. Tampoco de elegir a qué restorán ir porque solo puede elegir, donde ir a buscar algo para darle de comer a sus hijos. Me gusta la palabra trabajo, única forma que conozco para satisfacer las necesidades y me gusta el trabajo genuino, en blanco, digno. Me gusta la palabra hogar, mucho más que la palabra casa, me gusta ese lugar que cobija, que estar en él sea símbolo de calidez, de paz, de tranquilidad. Por eso, y vuelvo a este contexto de pandemia, estar en casa, esa frase tan escuchada en estos tiempos no es igual para todos. Elegir quedarse o salir no es igual para todos. Me gusta la palabra educación y otra vez vuelvo a la palabra igualdad, perdón por repetirla tanto pero no queda otra. Una educación de calidad que incluya, equitativa, no que marque las diferencias entre quién puede o no pagar, quién tiene o no un dispositivo electrónico o conectividad en el barrio y ni la posibilidad de pagar las fotocopias de la tarea que manda la seño. Me gusta la palabra salud. Salud pública de excelencia no solo en esta emergencia sino siempre, como sabíamos tenerla hace unos 60 años atrás y que sistemáticamente fue destruida por el negocio de la salud.
Por último, necesito decir dos palabras más: respeto y piedad. Respeto porque cuando todo pase si quieren nos ponemos a discutir quién tiene razón, cuál es la causa de nuestros males, veo demasiadas peleas virtuales, debates entre quienes ni se conocen, mentiras, pescado podrido o “fake news” y demasiada quietud porque hay demasiados que solo miran su ombligo.
Y piedad que es la compasión hacia alguien que está padeciendo, soledad, miseria, dolor… Digamos palabras que abracen por favor, ya demasiado tristeza nos rodea.