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Por Víctor Koprivsek

Por Redacción Pilar a Diario 30 de mayo de 2020 - 08:35

Una sociedad de consumo que no puede consumir parece que resultó ser bastante peligrosa. Autodestructiva.
Los psicólogos están tapados de laburo. Por zoom, por wasap, por mail, avanzan las ansiedades como una horda desesfrenada, devorando ansiedades. 
Se presiente en el pecho. Se comprime. Algo de encierro y algo de fuego cruzado alcanza para germinar desquicio. 
Aunque el fuego cruzado es lo que menos suma.
Y si bien a mucha gente se le desarmó el rompecabezas con esta pandemia, al menos la parte que tiene casa, techo, comida y agua caliente; uno pensaría que podría aportar algo de tranquilidad y cordura.
La Organización Mundial de la Salud todavía no dijo que esto haya terminado, de hecho en EE.UU ya se cuentan más de cien mil muertos.
Tampoco es vivir con miedo, solo tomar conciencia. Seguir tomando conciencia. Cuidando lo que más importa, con tranquilidad, con esperanza.
Nadie dice que será fácil. Hay hábitos alterados, horarios de escuela, de laburo, formas nuevas de estructurar el día, pero si podés frenar la pelota, pararla en mitad del partido y levantar la cabeza, vas a ver que siempre hay un compañero mirándote para decirte que no estás solo.
El tema es parar la pelota, para la ansiedad, frenar los pensamientos. 
La cabeza es un mundo.
A veces pienso que cada mente es una pantalla y que no hay un clic que apague tanta estupidez.
Dicen los dueños de los kioscos que se desplomó la venta de chicles. A este fenómeno lo llaman “el efecto tapaboca”.
Hoy la calma se cotiza en bolsa. La risa es el mejor remedio. La poesía, en mi caso, cada uno sabrá cuál es su vocación, es el mejor tiempo invertido.
Peor que la cuarentena es una vida sin propósito.
Hoy más que nunca tenés que buscar la calma de tu corazón. Un aleteo de más en Manuel Alberti puede causar un terremoto en Manzanares.
Como me gustaría contarte que el Tío Dick terminó de escribir su primer libro. Lo escribió en lo que va de la cuarentena.
Ups ya te lo conté. Qué bueno es escribir. Qué bueno es despertar, abrir los ojos y seguir acá. Parece poco, pero no.


 

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