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La ley del deseo

Por Redacción Pilar a Diario 26 de agosto de 2018 - 00:00

El deseo es aquello que no sabemos qué forma tiene pero que nos domina sin nuestro consentimiento.
Claramente no soy Freud, ni Lacan, ni siquiera psicoanalista. 
Hablo en este caso del deseo que nos lleva una vida poder dilucidar, el deseo abstracto e inconsciente.
El miércoles, mientras esperaba a unas amigas en un shopping de la zona, vi en un local, a una pareja tomando una cerveza, me detuve un rato largo a observar, ella tenía ese tipo de rostros que de sólo verlos uno sabe que se trata de personas simpáticas y agradables, él tenía un gesto más adusto pero se lo notaba un buen chico, sin embargo ninguno de los dos se miraba entre sí o emitía palabra alguna, sus miradas por momentos estaban enfocadas a leer el menú del mediodía (ya fuera de promoción, ya que eran las nueve de la noche) o al celular o a la mismísima mesa!
Conocer y conectarse con otro ser es de los momentos más cercanos a la fluidez humana, ni hablar de enamorarse y de sentir eso que todos sentimos alguna vez o con mucha suerte algunas varias veces en la vida.
Saber que el otro esta ahí y que su presencia nos transmite ganas de todo a la vez!
Me desvela saber, por eso lo escribo acá y les pido su ayuda (recibo ideas a [email protected]), cuál es ese extraño virus que hace que dos personas que juegan, se duermen, se buscan, se tocan, “sexean” y toman mate en el piso, luego de un tiempo o de cierta formalidad que adquiere ese vínculo, se transforman en dos desconocidos que se aburren entre sí.
¿Cuál es la carga que colocamos en el otro y en nosotros mismos para derretir de un soplido aquella Magia Universal que nos unió?
¿Por qué mujeres y hombre tomamos posturas posesivas sobre aquel ser que encontramos corriendo libremente por la pradera y cuyo aroma nos hizo seguirla/lo hasta el fin del mundo y más allá?
Durante tres años mantuve una relación de amantes, muy libre, con una extraordinaria y divertida mujer, hemos pasado momentos de puro amor, sin embargo ante mi propuesta de “ser pareja” y su aceptación por parte de ella, todo viró rápidamente a las pantuflas de lana, al jogging gris, al frío y sueño a las diez de la noche, a no querer emborracharse porque “al otro día hay que trabajar!”
¿Por qué perdemos la alegría? ¿Por qué dejamos que el smog invada el territorio del amor? 
Seguramente por miedo a sufrir, es más fácil flotar que nadar!
Anoche por teléfono deshice la relación formal con ella y le dije que por siempre seremos amantes!
Cuando llegué a su casa estaba “Vestida para matar” alegre, sin sueño y jugamos hasta que el sol salió. 
 

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