OCTUBREANDO

Presentes!

Por Horacio Pettinichi [email protected]

Por Redacción Pilar a Diario 22 de agosto de 2017 - 00:00
"¿Acaso no está corriendo la sangre de los 16 fusilados en Trelew? Por las calles de Trelew y demás calles del país ¿No está corriendo esta? ¿Hay algún sitio del país donde esa sangre no está corriendo ahora? ¿No están las sábanas pegajosas de sangre amantes?... Con sangre verdaderamente están regando el país ahora… oh amores 16 que todavía volarán aromando la justicia por fin conseguida el trabajo furioso de la felicidad oh sangre así caída condúcenos al triunfo”. (Juan Gelman). Alguien dijo alguna vez que de las nuevas heridas la antigua sangre mana, y sigue habiendo heridas, y la antigua sangre libertaria sigue manando. Fragmentos de nuestra memoria se niegan a olvidar a tanto compañero muerto, a tanta sangre derramada, a tanto Trelew fusilado.
En abril de 1973 Paco Urondo escribía, en la Cárcel de Villa Devoto, donde compartió celda con los sobrevivientes de Trelew, luego tan desaparecidos como él: "La suerte ha dejado aquí de andar /fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos/ las flagrancias: esa mano allí/esta codicia; el miedo y otras mezquindades se pusieron en evidencia y el amor no aparecía por ninguna parte/ Recompuestos de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie pudo negar que en este país/en este continente/ nos estamos todos muriendo de vergüenza”. 
 "..16 rosas rojas nacidas de madrugada regresarán cada noche de la tierra liberada…” leyenda que pintábamos en los muros de la gran ciudad, sin imaginar que poco tiempo después esos 16 compañeros se multiplicarían por miles.
Una de esa rojas rosa era el Rubén Pedro Bonet, el Indio Bonet, de quien Vicente Zito Lema escribiera: "Los que lo conocieron pueden atestiguar/ que era un duro militante/ Igual lo saben sus torturadores que no lograron sacarle una palabra…”.
Conocida la noticia del fusilamiento en la Base Alte Zar, esa noche, en los seis pabellones ocupados por los presos políticos y sociales del Penal Rawson se efectuó un homenaje simultáneo. Espontáneamente cada uno relataba aspectos de la vida, las convicciones, la personalidad de los caídos, hasta completarlos a todos. Posteriormente hablaron varios enjuiciando y condenando el alevoso crimen y fijando la responsabilidad en la dictadura y el sistema. Luego a voz de cuello se gritó el nombre de cada uno y cada vez se respondía en forma vibrante y unánime: ¡Presente! ¡Hasta la victoria siempre! Se entonaron colectivamente las distintas marchas partidarias. Todo quedó en silencio. Los guardias ordenaron acostarse. Esa noche nadie durmió. 

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