OCTUBREANDO

El poeta olvidado

Por Horacio Pettinicchi [email protected]

Por Redacción Pilar a Diario 1 de agosto de 2017 - 00:00
"El alma del más solitario de los poetas tiene sus raíces, si está vivo, en el afán sudoroso o combatiente de los hombres, (...) sólo puede expresarse expresándolos, es decir, ensanchándoles el espíritu, ayudándolos contra el dolor y el misterio”
Solo, en la fría cama de un asilo murió el viejo poeta, hostigado, repudiado por su ateísmo y postura política, olvidado por propios y ajenos, cerró los ojos. 
Luego de 23 años de su muerte sus restos, retirados de un cementerio bonaerense, fueron llevados a sus vides, a su Belén natal, donde hoy día descansan junto a sus paisanos, a los hombres de campo, que era su gente.
Luis Franco (1898-1988) gustaba definirse de la siguiente forma: "Diré pues –no sé si con orgullo– que soy el único escritor argentino, o de cualquier parte, que vivió del trabajo de sus manos, y creo -decía- que un escritor está obligado a huir de todo compromiso con el gran público y las minorías selectas, con los pasatistas y los utopistas, con Dios y con el Diablo, con la Casa Blanca y el dorado Kremlin, no menos que con la tercera posición. El único compromiso es con el pueblo trabajador y la revolución social, aunque sea al precio de chocar con el lugar común del gran público y los poderes de turno; pero también de los diletantes que fluctúan entre el grito contestatario y el puesto oficial, como de los rebeldes intransigentes que se pasan la vida sin mancharse las manos en el fango de lo real”.
Poeta, escritor y ensayista, en su obra la interrelación de la naturaleza y el hombre es una constante, al igual que su claro racionalismo. Sus primeros libros de poesía (La flauta de caña, Coplas) muestran un tono  cristalino, pero a partir de "América inicial” su prosa se vuelve militante de un marxismo sumamente heterodoxo de tintes anarquistas.
Su filiación política siempre estuvo en el trotskismo (GOM, PST) junto Perelma, y Nahuel Moreno. "… ¿Religión? Soy un impío capaz de escuchar devotamente por horas una cigarra, pitonisa del sol. Soy un ateo calado hasta el hueso de supersticiones de lo divino. (¿Para qué decir que la ignorancia cerrada de la teología figura entre mis grandes erudiciones y que malicio más ciencia de Dios en una calandria que en la Summa? Algún tiempo me fastidié lo más confortablemente posible en las ciudades donde los hombres impiden ver al hombre. Pero el campo me sobornó otra vez con los pájaros chismosos de cielo; sus árboles llenos de meditación y de frescura, oh; su viento, mi profesor de gimnasia y de filosofía. ... No sé si tres o cuatro mil plantas puestas por mi mano me autorizan el título del plantador. Más conste que no tengo otro, aunque soy argentino. Una junta de escopetas, otra de perros, un pavo real, que imanta todas las miradas, y una yegua lujosa de ímpetu como un ditirambo, agotan el censo de mis bienes. Pero no quiero jactarme de mi pobreza, aunque es mi único orgullo... A veces pienso que debí nacer pastor o rey. Fragmento de  Introducción a América inicial que titula "Autobiografía”

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