Octubreando: Hilando palabras

Por Horacio Pettinicchi

24 de septiembre de 2013 - 00:00

La propuesta que yo me hago a mí mismo es: di las cosas con las menos palabras posibles, que las palabras sean las justas, bien escogidas, pero que el tema sea fuerte... y me paso las noches en eso.”

Hilando, desenvolviendo la palabra como de un huso, así escribía Jose Watenabe (1946-2007), poeta y dramaturgo peruano. Hijo de un inmigrante japonés y de una criolla, abandonó su carrera de arquitectura para dedicarse a la literatura.

“El acto poético es individual. El individualismo es ya una cuestión ideológica. El acto poético es individual y solitario, pero no tiene que ser individualista.”

Integrante de la Generación del 70 fue considerado como una de las voces marginales de la poesía peruana, ganando un primer premio con su antología “Álbum de familia”, luego vino su galardón en Casa de las Américas, para lograr por último renombre mundial con “La piedra alada”.

Sus trabajos muestran una sustancial influencia de la tradición poética japonesa, tal vez influenciado por su padre, poesía de trascendencia, contemplativa, de emociones refrenadas a igual que los haikus. Es a través de este camino que busca la naturaleza pura, miramiento desinteresado, sereno, testimonial, alejado de ideologías y pasiones, dejando que las cosas fluyan, mientras que él, inerte, se convierte en solo ojos para ver.

 

“El guardián del hielo”

Y coincidimos en el terral

el heladero con su carretilla averiada

y yo

que corría tras los pájaros huidos del fuego

de la zafra.

También coincidió el sol.

En esa situación cómo negarse a un favor llano:

el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

 

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…

 

El hielo empezó a derretirse

bajo mi sombra, tan desesperada

como inútil.

Diluyéndose

dibujaba seres esbeltos y primordiales

que sólo un instante tenían firmeza

de cristal de cuarzo

y enseguida eran formas puras

como de montaña o planeta

que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.

Ama rápido, me dijo el sol.

Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,

a cumplir con la vida:

yo soy el guardián del hielo.

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