Muñoz y Pérez cerraron el concierto con una obra de Gioachino Rossini.
El sexto encuentro del Ciclo de Conciertos Pilar Golf trajo –el sábado último– a su auditorio (kilómetro 60.5 de la ruta 8)un grupo de verdaderos ejemplos del melodismo francés del romanticismo. Los encargados de dar vida a ese refinado repertorio fueron la flautista argentina radicada en Suiza, María Cecilia Muñoz, y el pianista Fernando Pérez.
Muñoz, de sólida carrera y formación en su país de origen y en Europa, actualmente es la primera flauta de la Orquesta Sinfónica de Jura y de la Orquesta de Cámara de Lausanne.
Su excelente actuación puso de manifiesto un cuidado fraseo y respeto por el espíritu de las obras abordadas. Su extenso fiato le permite ligar las notas con elegancia y estilo.
En la difícil “Sonata en La mayor” de Cesar Frank, escrita originalmente para violín y piano, Muñoz demostró un sorprendente virtuosismo, digno de los grandes exponentes de su instrumento. Otro punto culminante de la velada fueron las tres piezas de Gabriel Fauré: “Fantasía Op. 79”, “Rêverie” y “Petite valse”, con una deliciosa combinación de musicalidad y expresividad por parte de los intérpretes.
En todo momento, Pérez confirmó que es un impar músico de cámara, y que en este género el piano no se limita a ser un mero acompañante, puesto que en sus manos, el instrumento adquirió un significativo protagonismo.
Como era de esperarse, dado lo superlativo del concierto, Muñoz y Pérez debieron agregar otra obra como bis. Fue el turno de Gioachino Rossini, y su chispeante “Non piú mesta accanto al fuoco”, el aria más famosa de “La cenerentola”, en unas vertiginosas variaciones escritas sorprendentemente por Frederic Chopin.
El próximo concierto
La música barroca será protagonista del próximo concierto de Pilar Golf, programado para el sábado 30 de octubre. Para esa velada fueron convocados tres intérpretes de primera línea: Roberto Rutkauskas, Juan Manuel Quintana y Jorge Lavista, quienes desplegarán una antología de la música de cámara de los más importantes compositores del 1700: Marin Marais, Francesco Maria Veracini, Domenico Scarlatti, Jean Marie Leclair, Johann Sebastian Bach, Georg Philipp Telemann y Jean-Philippe Rameau.
Rutkauskas es primer violín de la Orquesta Sinfónica Nacional, y Quintana, además de su labor como director barroco, a menudo es convocado para tocar con los mejores grupos historicistas europeos, mientras que Lavista es uno de los referentes de su instrumento.
OCTUBREANDO
El otro Neruda
por Horacio Pettinicchi
Como existió otro Maradona que alguna vez anduvo por el Chaco atendiendo la salud de los pobres, u otro Borges, autor de excelentes poesías, también hubo otro Neruda de quien Pablo, (que en realidad se llamaba Ricardo Neftalí Reyes Basoalto), tomó su apellido debido a la gran admiración que le despertaba. Del quien queremos hablar es Jan Neruda, (1834 -1891) poeta, cuentista, dramaturgo, y también periodista, fue uno de los principales exponentes del realismo checo, integrante de lo que se conoció como la Escuela de Mayo. En “Cuentos de Mala Strana”, cuya traducción sería “pequeño barrio”, relatos considerados su obra más reconocida, refleja con gran viveza y capacidad satírica a la pequeña burguesía praguense. Trabajó en los diarios Národní listy (Hojas nacionales), Obrazy domova (Vistas domésticas), Cas (Tiempo), Kwety (Flores), fundando con Viteslav Hálek, la revista Lumír introduciendo el género del folletín en la prensa checa. Sus relatos de viajes dan cuenta de un atento observador de detalles. Tomó parte en las luchas políticas y culturales de su generación y obtuvo una reputación de crítico de incisiva mirada. Toda su obra es una constante afirmación del renacimiento de la cultura checa.
“Horácek ya no estaba entre nosotros. Nadie lamentó su muerte a pesar de que todos le conocían en la Kleinseite. En la Kleinseite, los vecinos se conocen muy bien, precisamente porque no conocen a nadie más. Cuando Horácek murió, se decían entre ellos que era bueno que estuviese muerto porque así su madre se ahorraría mucho sufrimiento, ya que Horácek era un inútil. Murió de repente, a los veinticinco años; así lo decía el registro funerario. Sobre su carácter, dicho registro no daba información; ahí no habían anotado nada porque, a saber -como comentaba muy chistosamente el boticario-, un inútil no tiene ningún carácter. ¡Claro que si hubiera muerto el señor boticario!... El cuerpo de Horácek fue sacado de la capilla ardiente junto con otros muertos. «Así como es la vida, así también es el final», dijo el señor boticario en la farmacia. Tras el muerto desfilaba un pequeño grupo de mendigos más o menos endomingados, por lo que resultaban todavía más llamativos. Sólo dos personas pertenecían al cortejo de Horácek: su vieja madre y un hombre joven, vestido de manera muy elegante, que la acompañaba”.
Fragmento de “Era un inútil”.