Soy Mano: Al costado de la estación de José C. Paz

por Víctor Koprivsek

31 de julio de 2010 - 00:00

 

 

La pelota gira, recorre el potrero, pasa de pie en pie, alcanza el cielo y vuelve a picar sobre la canchita de tierra. Al costado, las vías se amontonan en la estación y los trenes cansados y repletos de trabajadores lentos, entran y salen al compás de la tarde.

Chillan los rieles con el golpe repetido de las horas.

Mientras tanto, los amigos se zambullen en el universo del fútbol y fabrican jugadas magistrales al otro lado de las rejas pintadas, donde se juntan los vendedores buscas a jugar. Pero ellos no son buscas.

No los inquieta la marea que se descuelga de las formaciones, ni el grito de los vendedores ni el estrépito de las bocinas que empujan el regreso postergado a los hogares.

Cada jueves, entre las 15 y 18, más de cuarenta chicos llegan desde San Miguel, Muñiz y José C. Paz hasta el predio. Hace más de seis años que acuden a esa cita impostergable con los amigos y el fútbol.

Son adolescentes de entre 14 y 17 años. La mayoría se conoce de dos colegios que se encuentran a pocas cuadras de ahí: la Escuela de Sordos Nº 502 y la Media Nº 8.

A metros del andén, ellos se pasan la pelota y buscan el gol mientras la sociedad perfecta avanza a los gritos por el tiempo.

Son un grupo de amigos nomás, pero los une una característica muy especial, todos menos uno, son sordomudos.

El dato me lo acercó una amiga y yo mismo fui hasta el lugar. Fue grato ver a esos adolescentes alentarse, acompañarse y disfrutar de esa alegría que regala el deporte.

Desde estas páginas agradezco el respeto con que me atendieron y esa tenacidad y predisposición para entendernos y hacerse entender.

Linda vida, la que se abre paso entre lo adverso, sonríe en medio de las dificultades y supera la adversidad.

 

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