Por estos días es casi imposible hablar de otra cosa que no sea fútbol. Pero como en ciertos ambientes, las mujeres tenemos vedado opinar sobre el tema, apelo a la sintesis de una nota de Pablo Llonto publicada en la revista deportiva “Un caño”. Una maravilla.
“Con sólo pronunciar el nombre de Maradona, en un instante, se podrá comprobar de qué lado del país se encuentra el interlocutor. Hoy, los mortales de estas tierras se dividen, como en los cincuenta, entre gorilas y maradonianos.
El nuevo gorila del siglo XXI, sórdido y estrafalario, tiene afectos campestres. Sintoniza temprano a Magdalena, luego cambia de emisora y lee los editoriales de La Nación o se entristece con las malas noticias de la revista Noticias. De sus gustos futbolísticos se sabe poco. Es admirador de Los Pumas y es imposible que observe algún encuentro del ascenso. Se molestó, y bastante, cuando Diego hizo una precisa mención de hacia dónde debía dirigir sus labios el periodista Passman. En apretada síntesis, odia al Gobierno, odia a los piqueteros, odia a Chávez y odia a Maradona. Quedó horrorizado cuando el 10 formó parte del acto en que Cristina terminaba con el monopolio del fútbol. Por esto, cuando “la yegua” estaba al lado del Diego, los gorilas le juraron al Diez muerte occidental y católica. Faltó que gritasen: ¡señor Maradona, renuncie!
El próximo destino de esta gente, es un junio pleno de maldiciones. Gritarán para que Maradona pierda, se enferme o se desnuque al bajar una escalera en Pretoria. Por ende, sus tres deseos al apagar las velitas son: que la Selección fracase, que si pasa de ronda le toque Brasil, o que en la final, la mano de Blatter la condene con un árbitro como Codesal en 1990.
¿Y qué hay de los maradonianos? Están también intolerantes. Acuden a macumbas para lograr que los enemigos del Diego sufran algún trastorno tan malo como el que le desean a Cobos. A diferencia de la unidad gorila, hay maradonianos de diversos clanes. La primera mayoría, se proclama esencialmente frentevictoriana. Un dato menor, y medianamente comprobable, los lleva a pensar que el Diego pertenece a la izquierda peronista. Es por la observación de los tatuajes que aún habitan la epidermis más idolatrada. Allí están los rostros del Che Guevara y de Fidel. Poco saben del peronismo de Maradona. Salvo que alguna vez leyeron que Don Diego, el padre, era peronista. Todo ello les alcanza para creer que el mejor regalo para el Bicentenario, para los pueblos morochos y para la Rosada será verlo nuevamente con la misma Copa, la misma sonrisa, pero esta vez con una recepción en la casa de gobierno. Las segundas, terceras y cuartas minorías argumentan muy seguido sentencias revolucionarias. Miraron con cierta simpatía los festejos del Bicentenario y ahora aguardan que una Selección que tiene a un líder histórico, anti Clarín, anti Videla y anti Torneos y Competencias, brinde alegría a un pueblo que debe ponerle freno al avance derechoso. En los bares, en las pantallas gigantes y hasta en los domicilios particulares de miles de argentinos se podrá ver a las dos facciones, disimuladamente abrazadas. Y si bien es cierto que Mecí obrará como “prenda de unidad”, no podemos dejar de advertir que el gorilismo resuelve, en estos momentos y sobre un papel, cuál será el afiche que manos anónimas pegarán el 13 de julio. Por otro lado, durante el Mundial, los maradonianos, intentarán corear el “Diegooooo / Diegooooo” que sepulte cualquier predisposición opositora de esos días. Los primeros, qué duda cabe, esperan más la derrota del “10” que la de la celeste y blanca. Verlo a Diego llorando será para ellos el fin de uno de los símbolos de un Gobierno al que consideran montonero, setentista y maradoniano. Ya hay murmullos. Si una Sanz fue capaz de predicar que la Asignación por Hijo se iba en ‘bingo y paco’, también podrán decir que ‘nos fue mal por culpa de este negro villero’.
Los sueños de los otros, en cambio, incluyen la sabrosa imagen de ver sobre las multitudes a un personaje que ya alzó la Copa, alzarla de nuevo.
A ese sueño le agregamos una revancha, un dato sencillo de la realidad que define nuestra forma de ver la historia por medio de sus hechos simples: otra vez el héroe será argentino y será barbado.”