Reconozco que el advenimiento de las nuevas tecnologías, ya no tan nuevas, es absolutamente útil y práctico. Un ejemplo: por ahí empieza a dar vueltas en mi cabeza una palabra, cuanto mucho un verso, de un poema o una canción que escuché a lo mejor una sola vez y con suerte sé el nombre del autor o no. Haciendo uso del hoy tan escuchado nuevo verbo sustantivado “googlear” más un “clickeo”, allí está, a veces en medio de otras opciones. Como por arte de magia, aparece la tan soñada estrofa o el nombre de aquel poeta olvidado que yace en el rincón de los recuerdos… y en el maravilloso mundo Google! Eso no quita que el otro, el de verdad, siga esperando allí, guardado celosamente en la biblioteca, apilado en la mesa de luz o en el piso del cuarto al lado de la cama para ser leído poco antes de dormir. Sin dudas nada, pero nada de nada, lo reemplazará, ni siquiera la versión virtual completa. El libro, en su eterno formato original, en papel, casi tan antiguo como la escritura, es irreemplazable, no solamente por el texto mismo, el arte de tapa, sus ilustraciones si las hay, sino por todo lo que representa. Basta con abrir uno para encontrarse con la vida misma de su dueño: las escrituras al margen, lo resaltado en colores, una flor seca guardada celosamente, un signo de admiración, una orejita doblada y hasta una mancha de vino o mate que se cayó vaya a saber cuándo, quizá cuando otros amaneceres eran posibles, hablan de momentos vividos simple y llanamente a partir de un texto. O encontrarse con aquel otro dedicado amorosamente por los hijos o los viejos amigos amantes de dejar su sello al regalarlo o quizá el texto de 1er. Grado de una madre o el primer libro de cuentos que leímos a nuestros hijos como el de “El oso Gervasio” que ya sabían de memoria. El olor de los más viejos, la pena por aquel que prestamos y nunca más vimos o perdimos en extrañas circunstancias, son sólo algunas de las maravillas que nos ofrece el mundo del libro más allá de su contenido mismo, que casi siempre, sí hallamos ciencia cibernética mediante.
Esta tarde, los más chiquitos tienen la posibilidad de conectarse con el delicado encanto del libro en la Fiesta de la Lectura que se desarrollará desde las 17 en la Plaza de los Niños de la calle Uruguay, cerca del tanque del agua. Traten de llevarlos, la magia los estará esperando.
