Literatura

Soy Mano: Ritualitos de supervivencia

por Graciela Labale

3 de agosto de 2024 - 08:44

Con frase robada a la querida amiga Liliana Daunes, titulo esta columna para describir esas cosas que llegan a nuestras vidas casi sin querer queriendo pero que tan bien nos hacen para seguir andando. A veces son sólo un momento, otras llegan para quedarse y se repiten a modo de ritual infaltable e inefable.

Provengo de una familia de inmigrantes, mezcla rara de italianos, españoles y vascos franceses en la que de esto no se hablaba. Pero hace ya varios años y de la mano de distintos personajes empecé a darle bola a la llegada de agosto, en particular al primer día de ese mes. En el 2007, en un viaje al que me gusta llamar iniciático, ya que allí se gestó lo que hoy es la Biblioteca Palabras del Alma, vivencié por primera vez la celebración de la Pachamama en las afueras de Cuzco. El encargado del ritual fue un chamán que, en una noche estrellada como nunca más volví a ver, fue explicando cada simbolismo a un grupo de criollos blancos que sorprendidos y hasta incrédulos pero respetuosos, siguió palabras y silencios.

Unos años después un grupo de jóvenes conurbanenses, en algún rinconcito del Partido de Pilar me invitan a leer poesías en una celebración a la Madre Tierra entre ofrendas y canciones, con el mismo fuego y la misma emoción. Pero fue en un agosto del 2012, cuando la vida me puso a prueba, que unas amigas de esas que sanan y salvan, Adriana y Mirta, llegan a casa a proponerme un ritual en el patio del fondo. El oficiante iba a ser un amigo de ellas, Alexis Abrate. La idea era agradecer y pedirle a la madre de todos que me acompañara con mi salud, la jugada era brava. En ese mismo agosto, con la misma preocupación y también a través de una queridísima familia, los Sosa-Villamayor, me llega el convite a otra celebración que repiten cada agosto. Por unas horas, todo se detiene y se transforma. Una ya no se siente estar en el barrio Pellegrini o en el patio de la vieja casona de Pilar centro. Bien podría ser Maimará o Tilcara pero no, es a cuadras de casa. Y es ahí bajo algún añoso árbol donde se abre la boca de la tierra para ofrendarla con sus frutos, agradecerle y recibir su bendición en familia o con amigos, entre serpentinas, papel picado, cigarros, chicha, maíz y vino en jarra. Luego llega el momento de compartir la comida, la guitarreada, los bailes y el cierre de la boca hasta el próximo agosto no sin antes corear indefinidamente, Kusilla Kusilla, saludo que en quechua significa, alegría y ayuda, buenos deseos y bendiciones.

Ritualitos de supervivencia que se repiten en tiempos de pocas certezas.

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