En épocas donde la modernidad parece haber abolido las raíces arrasada por el confort de la tecnología una joven derquina tomó una peculiar decisión. María José Pereyra decidió entrar a caballo al salón donde se festejaron sus 15 años, escoltada por integrantes del Centro Tradicionalista “Gaucho Rivero” inaugurado hace pocos meses por Nazareno Clapier y un grupo de amigos.
La idea fue del padre, Luis, que hace cuatro meses adquirió a Temblor.
“Sé del amor por mi hija por las tradiciones. Ella ama todo lo que tiene que ver con nuestras raíces porque considera que es imprescindible conocer de dónde venimos por una cuestión de identidad. Le dije que vaya al salón en con Temblor, caballo que cuida hace cuatro meses”, contó.
Temblor y Majo forjaron una hermosa relación durante el tiempo compartido. Pero ese mismo día, Luis le dijo que tenía que despedirse porque lo vendió, aunque fue todo una trampa para darle a la homenajeada la noche del 25 de enero el mejor regalo.
“Estuve todo el día triste. Parecía que me sacaban algo de mí”, señaló Majo.
Sin embargo, fue todo parte de una estrategia, porque cuando bajó de Temblor, Luis le indicó que mirara lo que estaba debajo de él. Era un papel que decía que el animal y ella no se iban a separar: “Fue como que me devolvieron el alma al cuerpo. Me sentí genial. Cambié las lágrimas de tristeza del día por un llanto de alegría inmensa”, aseveró la joven.
Una fiesta de cumpleaños peculiar. Una historia más de amor padre-hija. Una demostración de que es imposible el advenimiento de la tecnología pero hay cosas que, por más que la evolución sea inevitable, no podrá reemplazar.