Bicicletero, poeta y “Loco”
Desde hace 54 años, Oscar Fava está al frente de su bicicletería. Pero además registra cada momento de su vida en verso y prosa. Su madre, los amigos, los pájaros, parte de su temática.
por Matías Saavedra
m.saavedra@pilaradiario.com
Sus recitados son fragmentos de vida. Son sus ojos y sus gestos que hablan de aquel momento de creación en que se sentó, con pluma en mano, y transmitió su pasión a la hoja. A los 70 años, el bicicletero Oscar Fava (“el Loco” para los amigos), recuerda toda su vida en escritos que ha confeccionado durante cincuenta años, cuando apenas superaba los veinte, justo antes de comenzar a trabajar en su local de la calle Irigoyen y Lubo del centro de Pilar.
Su madre, los amigos que están y los que se fueron, los pájaros, Dios, el día que se jubiló. Todo está registrado en más de 300 escritos que surgieron de aquel momento de inspiración.
“Los apasionados somos así. No escribimos por escribir, escribimos porque tenemos la pasión adentro”, cuenta frontal, con una postura que ha acompañado cada momento de su vida.
“Me decían en la Fuerza Aérea ‘el poeta camillero’. Yo no soy poeta, soy un apasionado que escribe”, aclara, sobre aquella experiencia sirviendo al país, cuando cuidaba soldados enfermos y aprovechaba para ponerle rima a hechos de su vida.
Sin descuidar el trabajo que realiza con las bicicletas desde hace 54 años, es en ocasiones que pone pausa a su tarea material para volcarse a la espiritual, a partir de lo que más disfruta hacer: “A cualquier hora escribo y en cualquier lugar. No tengo previsión ni antojo. Trato de dar vuelta la página, voy para adentro y me pongo a escribir. Escribo y me levanto y sigo trabajando”, cuenta a El Diario.
Hecho de escritos
Y si será cierto que a lo que hace le pone incomparable pasión, que mientras recita un poema que escribió cuando falleció su madre, una lágrima recorre su mejilla, sin ocultar la nostalgia que embiste cada uno de sus productos culturales. Así, afirma convencido que continuará fabricándolos con la maquinaria de sus manos y el impulso de sus sentidos, “hasta que Dios diga ‘basta’. Pero me parece que me va a aguantar un rato más Dios. Sabe que no soy un tipo materialista”, relata con un cuaderno en mano, manchado por la tinta de su pluma y adornado con grasa de las bicicletas: “No tengo ningún interés en que sea material, eso es espiritual, como quien reza todos los días un Padre Nuestro”, insiste, lejos de querer transformar sus hojas en un libro al servicio del mercado.
La frase
“Lo escribo como toda persona, porque tendré memoria pero no soy perfecto, ni soy un bocho, soy una persona que trata de ser normal, que cuesta mucho”.
Como yo me veo* (2001)
Soñador de horas largas
Loco, poeta sin rimas
Caminante sin esquina
Donde encontrar su parada
Soñador de lo profundo
Donde aliviar mi alma
Fui hasta músico
Pero sin instrumento
Y fue el gesto de mi cara
Narrador de mil aventuras
Payasesco de sombras raras
Si yo te encontré en silencio,
En un rincón de mi casa
Y te fuiste criando conmigo
Y observando cada detalle
Y fue así que la calle
De todo aquel que pasaba
Te saludaba contento
“chau chau, mi viejo loco Fava”
Y vos respondías sonriente
Con alguna ocurrencia
Y sin perder la paciencia
Con un suave gritito
Lo saludabas complaciente
“Chau chau, ¿cómo te va, tito?
Y hoy te vas apagando
Como rama que no da llama
Si la ceniza de tu pelo
Te fue marcando la cara
Y hasta hace un instante
En que llegaras vos Matías
Yo aquí estaba solo
Pero solo con mi alma.
*Recitado para El Diario.