Son las 19.30. La intersección de Panamericana y ruta 26 desborda de gente ansiosa. La llegada del campeón estaba prevista para las 19 y la multitud mitiga la espera inmersa en un ambiente bien fierrero. El fervor del TC está instalado de lleno en el pueblo, con todos sus condimentos: banderas, póster, fuegos artificiales, bengalas, chicos con réplicas en miniatura de la Chevy número 5, un par de Chevrolet que aceleran al vacío y la gente que delira. Es una fiesta. De pronto se oye la sirena del autobomba y la alegría cede paso a la emoción. Llegó Matías Rossi. Arribó el campeón del TC y explota Del Viso.
Dentro del camión de bomberos, el Misil no sale de su asombro. La marea humana interrumpe el paso del autobomba en la bajada de la autopista. Delante, un auto con los integrantes del Donto Racing lleva en su techo la Copa de Oro. Se abren paso entre la multitud y arranca la caravana. Unas 17 cuadras a paso de hombre. Casi 2 kilómetros de gente a la vera de la ruta aclamando al flamante monarca. La masa triplica en cantidad a los festejos de TC2000 y Súper TC2000. Esta vez sí, el Granadero ingresa a su Del Viso natal convertido en héroe popular.
Replica los saludos a través de la ventana del autobomba. Se lo ve emocionado, pero contenido. Hasta que llegamos al Club Unión y se desata la euforia. Primero sobre el techo del camión de bomberos y luego en el escenario montado en French y Chiclana. El público festeja el título como propio y Rossi se enciende. Canta por Chevrolet, contra Ford y se desahoga al grito de “dale campeón”. “Gracias a todos ustedes, a la gente de Del Viso que me hizo el aguante siempre. Estoy muy contento, muy emocionado. Todavía no la vi a mi mamá pero esto es para ella”, dice Matías y lo interrumpen. “Acá está”, le avisan, y se da vuelta. Un abrazo eterno. Luego, el saludo sentido con su hermano Walter, con su papá Alberto. Llega su novia y la presentación oficial. “Ella es Ailén, mamá”, todo, en medio de una multitud que se desvive por una foto con el ídolo local. Salud campeón.