por Alejandro Benedetti
Los ancianos siguen estando en la mira de los delincuentes. Cada día, los artilugios del engaño van cambiando, y muchos mayores son víctimas de inescrupulosos que los despojan de su dinero y pertenencias.
El denominado “Cuento del Tío” es la principal modalidad de delitos que afecta a las personas de avanzada edad, tanto cuando cobran sus jubilaciones como en sus domicilios.
En Presidente Derqui, la semana pasada, un hombre de 81 años denunció el accionar de delincuentes a pocas cuadras de la sucursal del Banco Provincia, donde acaba de retirar dinero.
Emiliano López, nunca se imaginó atravesar esta situación. Fue engañado por una mujer que, con la complicidad de un hombre, le robó todo su dinero. Su único ingreso es la jubilación básica que logró al cabo de 20 años de trabajo en una forrajería derquina.
Mientras caminaba por la calle San Martín, en el centro de la localidad, y evaluaba dónde haría el primer pago de algunas pequeñas deudas, se le acercó una mujer de entre 40 y 50 años.
Bien vestida y de buen léxico le preguntó sobre el domicilio de alguien que López dijo desconocer, y luego se le arrimó para decirle: “encontré en el suelo este paquete con dólares, ¿Qué hacemos?”. Efectivamente, le hacía ver una cartuchera abierta con billetes de Estados Unidos. Y López tuvo una respuesta propia de su personalidad: “lléveselo a la policía o a los diarios para que quien los perdió se entere y los recupere”.
La embaucadora se sonrió, empezó a dividir los fajos con otra cartuchera y le respondió “los policías se la van a repartir entre ellos, mejor hagamos mitad para mí y mitad para usted y acá no pasó nada”. A partir de allí le abrió el sobretodo a López y le colocó la segunda cartuchera escolar en un bolsillo interno; eso bastó para robarle, muy hábilmente, el dinero cobrado y puesto, justamente, dentro del abrigo.
Acto seguido apareció un hombre que le preguntó a ella si había visto a dos chicos que le robaron “la recaudación de la quiniela”. La mujer le dijo que sí, y él le pidió “por favor acompáñeme como testigo a hacer la denuncia en la comisaría”.
La pareja de delincuentes desapareció y López quedó solo en la calle. Buscó la cartuchera para abrirla, pero extrañamente le costó varios minutos por cómo estaba cerrada. Y cuando lo logró primero sacó unos dólares falsos al simple tacto, y debajo de ellos recortes de papel de diario. Cayó en la cuenta y, por acto reflejo, buscó la plata de su jubilación: ya no estaba en el mismo bolsillo que le habían colocado la cartuchera.
El jubilado ya está resignado, sin embargo lanzó un interrogante aún sin respuesta: “¿Cómo puede ser que la chorra sabía dónde puse la plata si yo la guardé en la ventanilla del banco y detrás de la mampara de seguridad para que nadie vea nada?”.
Hay 20 víctimas por mes
Según voceros policiales, Emiliano López fue uno de los veinte jubilados y pensionados del distrito a los que por mes les roban sus haberes mediante “el cuento del tío. “Es un delito muy difícil de contrarrestar porque la víctima no se percata de que es un engaño y, sobre todo, porque es tentada con una importante cantidad de dólares que jamás podría ahorrar en sus últimos años de vida”, explicó el titular de la brigada de Investigaciones de Pilar, el comisario inspector Horacio Martínez.
A su vez el uniformado acotó que “los abuelos son la porción de la sociedad más desprotegida, no terminan de adquirir el hábito de la desconfianza, entonces son vulnerables a los engaños”.
Con respecto al interrogante sin respuesta de Emiliano López el jefe policial consideró que “los punguistas del cuento del tío saben que el jubilado guarda la plata, apurado, en su saco, sobretodo o pantalón, así que si no le buscaba en el abrigo lo hacía en el resto de sus bolsillos”. Además, Martínez señaló que tampoco se descarta que “alguien lo marcara (señalara) a López dentro del banco, ya sea la misma mujer que lo siguió, su cómplice y, a veces, hasta por alguien que puede desempeñar un trabajo dentro de la entidad bancaria”.
Evaluaciones policiales señalan que este tipo de delincuencia se hace, mínimamente, de unos 60 mil pesos por mes. Esa cifra surge del robo, por día, de una jubilación básica de 2.100 pesos.
Otro de los engaños
El falso empleado de ANSES
Otra modalidad en boga del cuento del tío es a mano de falsos inspectores de ANSES: le aseguran a los jubilados que los ayudarán para que les paguen un retroactivo de sus haberes.
Bien vestidos y en un moderno auto, aducen ser de
Un retroactivo que efectivamente la potencial víctima aún no percibió y que los delincuentes lo saben. Luego el “inspector” hace una llamada por celular a una supuesta secretaria “para chequear cómo está lo suyo”, y después invita al abuelo a ir “hasta las oficinas de ANSES para ver su carpeta”. La víctima sube, pero antes de arrancar el embaucador le pide que le muestre cuánto había cobrado “para sacar exactamente la cuenta de lo que le deben dar en su retroactivo”.
El incauto le da el dinero, el ladrón lo cuenta dentro de un maletín y lo pone dentro de un sobre que hábilmente cambia por otro preparado de antemano. Se lo da con billetes falsos arriba y papel de diario abajo. La víctima baja del auto y minutos después, impotente, descubre el robo.
Con el 911 también
Otro nuevo cuento del tío comenzó a ponerse en práctica durante los últimos 12 meses. Varios ancianos denunciaron haber sido asaltados luego de recibir falsos llamados del servicio policial 911. En esas comunicaciones los delincuentes les recomiendan a las víctimas quedarse en sus casas y esperar la llegada de presuntos policías, tras lo cual asaltantes que simulan ser efectivos de civil los desvalijan, a veces actuando con violencia.
¿Cómo logran semejante ardid? Lo hacen diciéndoles por teléfono a los abuelos que un vecino denunció que hay delincuentes escondidos en el patio o terreno de sus viviendas, y luego les piden “que se queden tranquilos, no salgan de su casa, y no llamen a nadie porque en pocos minutos dos o tres policías de civil irán hasta su casa para detener a los malvivientes”.
Cuando los falsos policías llegan, los abuelos están aterrados, porque confían en el 911 y creen el cuento. Todo eso deriva en que prontamente les abren y entonces los malhechores les roban todo su dinero y pertenencias de valor.
La frase
“¿Cómo puede ser que la chorra sabía dónde puse la plata si yo la guardé en la ventanilla del banco y detrás de la mampara de seguridad para que nadie vea nada?”, se pregunta Emiliano López.