“El primer puntazo lo sentí en la espalda, y el segundo atrás en el cuello, me agarré a golpes con él y salió corriendo, no me mató porque su cuchillo se rompió en la primera puñalada”. Omar Alfonso relata en primera persona la agresión sufrida durante un intento de robo. Tiene 21 años y, con su padre Carlos, tomó las riendas del kiosco de diarios y revistas de Meisner y Alfaro del barrio Monterrey.
El terrible suceso le ocurrió en la mañana del domingo cuando, en su habitual reparto, entregaba una revista en una casa situada en la esquina de Uruguay y Santa Cruz.
Es que de repente un delincuente lo sorprendió y, en medio de un “dame rápido la guita”, le asestó un corte en la parte superior de la espalda con un filoso cuchillo tipo tramontina. Pero la completa locura del agresor siguió con un segundo puntazo en la base de la nuca al tiempo que le metía una mano en sus bolsillos para sacarle el dinero. La víctima sigue con vida porque en la primera cuchillada la hoja se rompió al chocar con el grueso hueso del omóplato, y en la segunda solo le rasgó el cuello. Después comenzó una pelea cuerpo a cuerpo y finalmente el agresor decidió retirarse con el escaso dinero robado al canillita.
Beneficio
“La verdad es que la policía se manejó muy bien porque le dije dónde vivía el chorro y en un allanamiento de urgencia lo agarraron y quedó preso”, dijo Omar sobre el accionar de los efectivos al mando del subcomisario Rubén Bonín. El detenido fue identificado por la policía como Oscar “Batata” Quintana, de 35 años y domicilio sobre Bolivia y Venezuela del barrio Monterrey.
De acuerdo a voceros policiales, el individuo está purgando una condena por un asesinato perpetrado siete años atrás. Pero este mes fue beneficiado por la Justicia con salidas transitorias quincenales.
Lo paradójico del caso es que el ataque lo sufrió en la casa de un primo del agresor, quien alertó a la ambulancia municipal porque el apuñalado sufría una fuerte hemorragia. Pero al cabo de 25 minutos de esperarla y ver que no llegaba, los mismos familiares del atacante lo trasladaron con su vehículo hasta el centro de salud de la calle Chacabuco.
Eran aproximadamente las 10.30 de la mañana, y allí tuvo una segunda y amarga sorpresa: “no había nadie que me cosiera, ni médico ni enfermera; solo me taparon un poco la herida y me mandaron para la sala derqui-centro”, recuerda Omar.