Fue claro. El comisario Ernesto Ortega dijo que no hay una sola denuncia.
Los rumores, muchas veces de origen desconocido, pueden ser disparadores de psicosis colectivas o de miedos que se multiplican en una zona determinada. En las últimas semanas se está asistiendo al “revival” de uno de los grandes mitos de los ’80: el secuestro y posterior ablación de órganos. Es decir, el hecho –que todos conocen pero nadie vio ni pudo comprobar- de que algunos desprevenidos son metidos a la fuerza en vehículos que aparecen por sorpresa, y llevados a lugares en los que les roban córneas, hígado, riñones y demás.
En Pilar, como en otras zonas del conurbano, las historias han proliferado: muchos han oído hablar de personas cuyos cuerpos han aparecido “vacíos”, en descampados, luego de haber sido vistas por última vez subiendo por la fuerza a algún auto o camioneta. Es común recibir algún correo electrónico alertando sobre esta situación y, además, los medios reciben a diario algún tipo de denuncia al respecto: por ejemplo, en los diversos programas de FM Plaza 92.1, con mensajes de oyentes que afirman saber sobre hechos de este tipo en Manuel Alberti o Presidente Derqui.
“El público se renueva”, suelen decir los conductores televisivos, y es lo que parece suceder alrededor de este tema: hubo un tiempo, a fines de la década de 1980, en el que las historias sobre robo de órganos eran tan o más fuertes que las actuales: desde Nuevediario hasta los compañeros de trabajo o escuela, o bien aquellas vecinas sabelotodo hablaban de gente a la que se habían llevado, para aparecer sin órganos a las pocas horas. Era común que los chicos de Pilar volvieran de la escuela mirando hacia todas partes, alarmándose por cada camioneta que pasara más o menos cerca, con sus madres suspirando aliviadas cuando los veían entrar a casa, a salvo de los ladrones de órganos...
En los ’90, el temor colectivo se transformó en leyenda urbana: según la historia, si alguien ingresaba a un departamento desconocido luego de una noche de alcohol, era muy probable que terminara dentro de una bañera repleta de cubitos de hielo, con dos enormes cicatrices a los costados y, por supuesto, sin riñones.
Consultado ayer por el programa Materia Prima, el jefe de la policía distrital comisario inspector Ernesto Ortega confirmó que se trata de versiones infundadas, al expresar que “no hay denuncias ni mucho menos, son creencias o fábulas que alguien inventa y movilizan a determinados sectores sociales, creando incertidumbre a través de boca a boca”.
Ortega indicó que, de haber existido realmente, “son hechos que tomarían una trascendencia pública enorme, pero en cambio no hay denuncias ni se encontraron cuerpos con estas características, ni se registraron ingresos a centros asistenciales de pacientes con mutilaciones, ablaciones, cicatrices ni nada”.
Al recordar la psicosis de fines de los ’80, el uniformado comentó que en ese entonces “no existían los medios de hoy, sí se transmitía por el boca en boca. Había mitos como que buscaban a chicos de determinado color de ojos, pero en 30 años de profesión nunca he visto una situación tal. Para sacar órganos se necesita una infraestructura médica especializada, son lugares específicos contados con los dedos de una mano en todo el país…”.
Marchas y fábulas
Dos semanas atrás, los rumores de robo de órganos tuvieron su pico máximo en el distrito vecino de José C. Paz, cuando vecinos se movilizaron ante una comisaría por la presunta muerte de dos chicos.
Los frentistas afirmaban que por la zona se veía circular una camioneta Traffic y un Ford Falcon sin patentes, dando vueltas por los barrios carenciados del Partido, captando mujeres y chicos indefensos para luego robarles los órganos.
Historias similares pudieron leerse en los últimos días en sitios de Avellaneda, Canning y otras zonas de la provincia, en la que aparece gente “vacía”, a pesar de que no hay ninguna denuncia radicada en sus comisarías.