“Fue espantoso, escuchamos gritos, tiros y vidrios rotos”

Así describió una rehén su vivencia tras cinco horas de cautiverio junto a su hija de 12 años. Los clientes del banco señalaron que el joven no los maltrató. Pero aseguraron que sí lo hizo verbalmente con los empleados.

23 de julio de 2010 - 00:00

 

Uno de los jubilados que estuvo como rehén es retirado en camilla. 

 

Entre los rehenes había varios menores.

 

Nancy Llanes cuenta su odisea.

 

Mientras en la calle los familiares corrían de un lado a otro entre llantos, tratando de obtener información sobre sus parientes, adentro de la sucursal bancaria los rehenes vivían una odisea.

“Fue espantoso, escuchamos gritos, tiros y vidrios rotos”. Así describió el inicio del asalto al Banco Nación una de las rehenes, Nancy Llanes, tras declarar en la fiscalía local.

La mujer estaba acompañada por su hija de 12 años en el momento que todo comenzó: “nos metimos en el hueco de la escalera, donde había una salida de emergencia que estaba cerrada”, relató.

Allí el delincuente sólo se habría acercado una vez, según Nancy, a pedir una gorra visera: “dejó salir a las personas que tenían chicos en brazos y a las embarazadas”, señaló.

Al igual que el resto de los rehenes, Nancy destacó que el peor momento fue el de los disparos dentro del banco: “todos buscaban protección donde él puso algunas personas contra los vidrios para protegerse y había gente oculta detrás de los mostradores”.

En tanto, otro relato en el que coincidieron los rehenes fue en que el malviviente no agredió a ninguno de ellos, pero sí verbalmente a los empleados del banco. E incluso hizo que uno le armara cigarrillos de marihuana con billetes de cien pesos: “le decía que le arme porros con billetes de cien y como el empleado del banco no sabía armar lo insultaba”, contó Nancy.

Según los rehenes el ladrón “armaba porros y les convidaba, pero nadie aceptó”.

 

Charla

En tanto, otra de las rehenes, Miriam Azcurra, había llegado 15 minutos antes del ingreso de los delincuentes y ante el grito se escondió en el mismo lugar en el que estaban Nancy y su hija.

“Nos dijo que hablemos con nuestras familias y les digamos que estábamos bien, habló con su mamá y su esposa por teléfono y le pedía que le trajera a la beba”, relató la mujer.

Pero mandaba a dos empleados del banco para echar a la policía y gritaba: “no quiero a ningún cobani acá”, al mismo tiempo Miriam señaló: “de a ratos estaba bien y de golpe se alteraba”.

Antes de entregarse, el joven ladrón pidió garantías, exigió un automóvil en la puerta del banco y que lo lleven con su familia a la Comisaría de Manuel Alberti: “en ese momento dijo vengan todos atrás mío y salió, nosotros nos levantamos y lo seguimos y enseguida ingresó el grupo Halcón a los gritos ‘todos al suelo’”, explicó Miriam.

Otro de los testimonios fue el de Haydeé, una enfermera jubilada que fue a cobrar su sueldo y contó que entre lágrimas el delincuente le confesó que, “tenía HIV, que había entrado a robar porque tenía una hija de diez meses a quien le tenía que llevar algo para comer”.

 

 

El mediador interno  

Un jubilado que estuvo cautivo junto al resto de los rehenes relató que diez minutos antes de que terminara la toma de rehenes convenció al delincuente para que se entregara y salió junto a él de la entidad como “garante”.

“Él estaba nervioso, me dijo que quería ver a su hija y yo le dije, escuchame, ¿por qué no te entregas tranquilo?, tirá las armas y se termina la historia”, relató Carlos Aguirre tras declarar esta tarde en la fiscalía.

El hombre contó que estaba en el banco al momento del robo porque había ido a cobrar su jubilación y como pasaban las horas y el ladrón se negaba a entregarse, decidió sentarse a su lado para tratar de convencerlo.

“Vos estás cometiendo un delito, pero sos joven, entregate bien, para que no te pase nada y vas a disfrutar de tu mujer y tu hija”, contó Aguirre que le dijo a Jonatan Josué Rodríguez Coronel cuando ya se estaban por cumplir casi cinco horas de la toma de rehenes.

El delincuente aceptó la propuesta y ambos le hicieron señas a uno de los negociadores de la Policía bonaerense y el ladrón salió del banco junto con Aguirre, que vestía una campera de gamuza marrón.

“Ahí esperé a que tirara las armas, se abrazara con la mujer y me fui”.

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