A finales de la década de 1980, Sayu George era un joven de 21 años oriundo de
Hoy, ese joven es el Padre Sayu, vive en Pilar desde hace cuatro años y en muy poco tiempo logró convertir su actividad en un fenómeno de fe que en cada misa convoca a cientos de personas, un hecho que sacude al mundo eclesiástico local.
Sayu -49 años- es parte de
“La vocación se despertó cuando estaba terminando los estudios universitarios, yo quería ejercer como docente y formar una familia –recuerda en su oficina del IVD-. Pero era parte de un grupo sacerdotal y una vez organizamos una jornada con especialistas de la vista, para que atendieran a la gente. Juntamos fondos con un evento para lograrlo, y ahí pensé que podía dedicarme el resto de mi vida a ayudar”. Casi de inmediato comenzó su ordenación sacerdotal.
A sus misas de sanación (en las que hace imposición de manos) concurren centenares de personas. “Esperé unos 6 meses para hacerlas, el punto de partida fue cuando Benedicto XVI decretó el año de la fe en 2012, por eso empezamos con un pequeño grupo de oración”. Y agrega: “Donde hay rezo, hay gracia, la gracia fluye donde se reza, sea la casa, la iglesia o la escuela”.
Buscando reforzar el aspecto espiritual, el sacerdote comenzó dando misa en la capilla del colegio, pero al segundo encuentro ya habían concurrido unas 100 personas. La tercera debió ser en el gimnasio. “A la gente la convoca Dios, no yo –asegura-. Desde aquel tiempo tenemos un promedio de 500 personas en cada misa de sanación, pero en ocasiones han venido muchas más”.
La noticia corrió boca en boca: gente que frecuentaba las misas de un cura llegado de
En cuanto a la imposición de manos, un aspecto fundamental de sus misas de sanación, explica que “es parte de la formación sacerdotal. Imponer es como tatuar, algo que queda fijo, sellado. Le pedimos al Espíritu Santo que se derrame sobre la persona. Pero no estoy solo en esto, los viernes oramos con 30 o 40 personas dos horas, es gente que me ayuda. Como si fuera un pre-quirúrgico, nos preparamos para las misas de sanación”.
Más allá de esos encuentros, el sacerdote mantiene en la capilla de Villa Morra un grupo reducido de 30 personas los jueves, con los que reflexiona sobre textos, confiesa y se deja un momento para la adoración. Además, es habitual que cada tarde llegue gente al Verbo buscando alivio, siendo atendida por él.
Acerca de su llegada a los medios, Sayu (que también estudió Teología en España) comenta que “salvo alguna entrevista esporádica, esta fue mi primera experiencia. Es un servicio a la persona que tiene necesidades y no puede moverse de su casa. Es un momento de oración, es otro estilo de comunicación. Aquel que está en la casa recibe el mismo alivio. Los medios son un canal para transmitir la bendición de Dios”.
En su país de origen, Sayu tiene a sus padres, dos hermanos y una hermana. El programa de misiones de la congregación le permite viajar cada tres años. “Vengo de una zona sumamente católica y practicante. La misa de domingo es a las 5.30 y es la más concurrida. Mis padres tienen un campo y una chacra”.
Y agrega: “En India hay enfrentamientos por religión, pero en otras zonas. El hinduismo y el islam son las religiones mayoritarias, pero si hay educación no hay fanatismos. Cuando hay buena educación siempre se progresa con paz y prosperidad”.
Aquel joven que asistía a misa de madrugada, que soñaba con ser profesor de Literatura Inglesa (lengua que maneja, además del español y algunos dialectos de su tierra, aunque asegura comprender varios más) y formar una familia, hoy es la guía de cientos de pilarenses. Viendo el camino recorrido, reflexiona: “Cambiar de rumbo me ha dado muchas satisfacciones”.