#Marcaron2015 Carlos Carey, medio siglo de docencia y compromiso

Fue alumno, profesor, vice y director del Instituto Almafuerte, donde acaba de cumplir 50 años. Sus convicciones políticas, su infancia y su relación con los adolescentes.

23 de diciembre de 2015 - 00:00

 por Juan Manuel Morales

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Carlos Carey celebró 50 años en el Instituto Almafuerte, escuela donde ocupó casi todos los roles: alumno, profesor, vicedirector y director desde hace 25 años. Se lo puede considerar un nyc (nacido y criado), aunque nació en Luján y cuando tenía seis meses de vida, sus padres decidieron venir a vivir a Pilar e instalarse en pleno centro, donde pasó su infancia y adolescencia, etapas de las cuales tiene una lista interminable de anécdotas que van desde el paso de la ballena Moby Dick, hasta la pizza en el bar La Marta.

Un director que a los 66 años, se preocupa por aggiornarse, genera confianza en los adolescentes y celebra la rebeldía, pese a la cual los alumnos no le pierden el respeto.

Tras egresar, regresó en 1971 como profesor, cinco años más tarde lo convocaron como directivo y ocupó el cargo de vicedirector desde el 76, y en el 90 tomó las riendas del instituto y actualmente sigue siendo el director.

 

-¿Cómo define todos estos años en la institución con cambios sociales y educativos?

- Una experiencia de vida, se armó un tejido social muy rico, aprendés de tus errores de la conducción, de tus compañeros, es una actividad humanística, tiene momentos duros, desagradables, pero muchos de alegría y satisfacción. Y esta escuela es muy particular, tiene subvención pero funciona como una escuela pública, en la que hoy tenemos alumnos que llegan desde los barrios y no del centro como era antes.

 

-¿Fueron difíciles los cambios de los adolescentes de los 70’, 80’ y 90’ a los del 2015?

- El adolescente cambia continuamente porque cambia la sociedad y ellos lo hacen en razón de lo que es la sociedad. Acá vienen padres que son egresados del colegio y me preguntan, cómo están los pibes ahora. Yo les digo igual que cuando venías vos, pero en una sociedad diferente. Se hablan otros temas, tienen acceso a más información con los avances científicos y tecnológicos. Para nosotros era algo extraordinario una calculadora y los profesores no te la dejaban usar, hoy la calculadora es como una máquina de escribir, un objetos obsoleto.

 

-¿Las demandas y el reclamo social es más notorio hoy que antes en la escuela?

- El paso de la infancia a la adolescencia y el proceso de maduración, sigue siendo el mismo. El chico te sigue reclamando el mismo acompañamiento, la misma colocación de límites, que seas comprensivo con él y que lo orientes. Sí las escuela son muchos más receptoras de los acontecimientos sociales que antes. Tengo la gran alegría que en mis 50 años de vida institucional y como trabajador de la educación, estar viviendo el cierre de una etapa de la mejor política educativa de este país, con la mayor inclusión de chicos que sacamos de las calles y los tenemos en las escuelas, la universalidad del conocimiento, todos los pibes portadores de su netbook, el 6% del PBI asignado a la Educación, la recuperación de las Escuelas Técnicas con el 7° año y los talleres técnicos. Estamos cerrando una política educativa extraordinaria, con contenidos que son de un profundo sentido nacional, soberanía, solidaridad, ampliación de derechos y el adolescente es el resultado de los momentos sociopolíticos en los que vive. Pero son procesos culturales que estaría bueno que no se cortaran, pero tengo temor con este nuevo gobierno, porque los liberales priorizan el pensamiento extranjerizante y para ellos la educación siempre ha sido un gasto.

 

Infancia

 

-¿Cómo recuerda aquel Pilar de su infancia comparado al de hoy?

- Un giro de 180 grados, tengo miles de anécdotas, sobre todo de las horas que pasaba jugando en el Parque Presidente Perón (hoy Escuela 26), era el lugar donde jugábamos al fútbol, llegaban las calesitas itinerantes, a donde trajeron la Moby-Dick. Una ballena embalsamada con un olor a podrido, pero fue la gran atracción. En la esquina, estaba el bar La Marta, donde íbamos a comer la porción de pizza cuando los viejos nos daban una moneda. Y en la adolescencia vivimos la transición de los bailes del club con toda la familia, a la confitería, ya solos.

 

-¿Trabajar con adolescentes le devolvió algo de eso?

- Sí, soy un agradecido de trabajar con los chicos, si bien soy optimista por naturaleza, la convivencia permanente te obliga a aggionarte. Hay docentes que creen que se educa con las leyes del siglo pasado y terminan rompiendo vínculos y se les hace imposible transmitirles contenidos, hay que entender que no siempre por ostentar un título la persona tiene todas las capacidades desarrolladas o de admirar. Hoy el pibe no te permite un gesto de autoritarismo o discriminación, respeta, pide respeto y cuestiona.

 

-¿Qué es lo que más extraña de aquel Pilar?

- Como todo ser humano añoro la infancia, pero sí creo que Pilar perdió la identidad y se convirtió en una escama más del Gran Buenos Aires, hoy no tiene ni un restaurante clásico familiar en el centro, como si conservan en otros municipios. Hoy se encuentran dos pilarenses que nunca en la vida se saludaron y saludan porque dicen otro pilarense como yo que quedó. Y esa falta de identidad trascendió en lo social y lo político.

 

Aportes políticos

 

“Siempre hay que estar comprometido políticamente, porque hay que entender que no te va bien solo porque trabajas, las cosas te van bien cuando trabajas y hay un modelo político que permite la prosperidad, yo trabajé mucho tiempo en dictadura y nunca pude prospera y he trabajado en gobiernos liberales y como terminamos”

 

“La política te interesa o no, a mí siempre me interesó y mis aportes siempre fueron desde la actividad docente para que el alumno forme una opinión crítica, siempre me preocupe por mostrar por ejemplo la ley de aduana y explicando porque los países centrales son proteccionistas y tratan de convencer a los países dependientes de que se debe ser libreacambistas”.

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